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Por José Luis Ramos
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Es difícil cambiar de valores y pasiones

    Desprenderse de objetos materiales o cambiarlos,  resulta fácil. Sin embargo, perder pasiones o cambiar de valores necesita de largo tiempo, y no siempre se consigue. Quienes hayan visto la película argentina “El secreto de sus ojos”, de Juan José Campanella, protagonizada, entre otros, por Ricardo Darín y Soledad Villamil,  recordaran que se trata de la búsqueda del asesino de una joven recién casada.  Se sabía quién era y que seguía trabajando en Buenos Aires. Pero para evitar ser localizado, había cambiado de trabajo, de nombre y domicilio. Pasaban los años, sin que la policía le encontrara. Tampoco le encontraba el marido de la asesinada. Darín es un funcionario del Juzgado que para ayudar al marido, inicia una investigación y averigua que el asesino es un fanático hincha del Racing de Avellaneda. Entonces cae en la cuenta, que se cambia de trabajo, de novia o domicilio, pero no de pasión por un equipo. Así que cree que el asesino seguirá asistiendo al estadio  de Huracán, del Racing de Avellaneda, como todo hincha. Acertó. Pues acudió al estadio y encontró al asesino.

    En plena campaña de las primeras elecciones democráticas de junio de 77, después de un acto electoral, un amigo (EPD), me dice que tiene una cita en la popular Cervecería Duero, situada en la calle Játiva, cerca de la estación de Renfe de Valencia,  desaparecida entorno el año 2.000. Me pide que le acompañe y aprovecharemos para comer unos calamares, como tantas personas hacían,  aprovechando su paso por Valencia. Él estaba casado, pero hacía unas semanas que había iniciado la relación con una nueva pareja, con la cual  ya estaba conviviendo. Me dijo que había quedado con su mujer y su nueva pareja, para que se conozcan. Que la idea había sido de su mujer. Me resultó incomprensible, porque el origen del matrimonio era un pequeño pueblo agrícola, por lo tanto de cultura rural, poco partidaria de las separaciones matrimoniales. Recordemos que en aquellas fechas, el divorció no estaba reconocido, y que lo que él había hecho, estaba penalizado por el Código Penal como delito de abandono de familia.

    Le pregunté,  si no había pensado que podía traerle problemas el encuentro. Me dijo que no, porque ellos eran un matrimonio muy liberal, al igual que su pareja, que ya lo habían hablado, y las dos mujeres estaban de acuerdo en conocerse, y mantener unas relaciones normales. Acepté la invitación. Con una motocicleta de 49 cc, que él tenía, nos montamos los dos, como era propio de aquellos tiempos. Yo conducía y durante el trayecto me vino a la memoria un caso que unos tres años antes había conocido en Castellón. Un profesor de instituto vinculado, a la izquierda antifranquista, estando casado inicio la relación con una nueva pareja. Él quiso ser trasparente y se lo contó a su esposa, que según él, lo aceptó, pero yo tengo la sensación, que lo aguantó, que no es lo mismo. Él era tan liberal, que propuso que su nueva pareja fuera a vivir con él, en la casa de matrimonio, donde también vivía la esposa. Así se hizo. Pocos meses después, las dos mujeres sintieron que él las trataba como objetos disponibles  a su voluntad, se aliaron y acordaron echarlo de casa y se tuvo que ir. En fin, la lección que yo recibí, fue que por ser tan liberal, en materia sexual, se quedó de “patitas en la calle”.

    A menos de 100 metros de la Cafetería Duero, justo delante de la estación de Renfe, frené en seco la motocicleta, dije que no quería ir. Presentí que lo último que podía pasar era tomar unos calamares y cerveza a gusto. Días después me encontré con el amigo y le pregunté ¿cómo fue el encuentro? Se limitó a decir “bien”. Me di cuenta que no quería hablar del asunto, así que le estiré de la lengua hasta que acabó soltando.

    Según él, que luego pude confirmar, al llegar allí estaban las dos mujeres. Las presentó y enseguida su mujer soltó: “esta es la puta en la t’has liat”, a lo que su pareja contestó “esta loca es la teua dona”. Después que cada mujer, ya se había desahogado insultando a la otra, acabaron cada una cogiendo a él por un brazo y mientras estiraban, una decía: “deixa eixa puta i anem sen a casa”, la otra repetía “deixa eixa loca i anem sen a casa”. Al final él se marchó, con su nueva pareja. A los ojos de quienes conocían a los tres, ese parecía ser su destino natural. Pues por carácter, cultura y forma de entender la vida, tenía más afinidades con su nueva pareja, que con su mujer. Además, se mostraba locamente enamorado. Pero  a pesar, de tener un carácter atrevido, capaz de asumir riesgos en la vida, poco tiempo después, regresó con su mujer, vencido por las presiones de la familia. Pues de pronto, se dio cuenta que no era capaz de romper de golpe con los valores en los cuales que había sido educado. Entonces comprendí, que muchos matrimonios rotos que seguían conviviendo, llegado el momento de la aprobación del divorcio en España, no serían capaces de divorciarse, por incapacidad de desprenderse de valores en los que habían sido educados. Aunque ello supusiera una vida con malos tratos y carencia de estima mutua. Así fue para muchas parejas.

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