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Por José Luis Ramos
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“Los daños colaterales” de las guerras

    Cuando una operación militar produce daños, sin intención, es decir, no buscados, sobre civiles, propiedades privadas, o servicios públicos esenciales, como escuelas o hospitales lo llaman daños colaterales. Pero las muertes de civiles indefensos y la destrucción de servicios públicos esenciales, producidos por bombardear ciudades, con la precisión que hoy tiene la artillería y la aviación, no pueden tener otro nombre que crímenes de guerra. Denominar esos crímenes, daños colaterales, es un eufemismo que usan los que quieren librar de responsabilidad penal a sus autores. Dicho de otro modo, solo el daño accidental, es un daño colateral. Pero en ningún caso, el daño que intencionadamente producen los ejércitos a la sociedad civil.

    Que yo recuerde, fue en la guerra de España del 36, la primera vez que un ejército tuvo como objetivo atacar a la población civil indefensa, para debilitar al adversario.  Fue la aviación de los militares golpistas, contra el legítimo gobierno de la Republica, quienes iniciaron el bombardeo de ciudades con el objetivo de debilitar la defensa de la Republica. Y, Gerníca, la primera práctica de arrasar una ciudad. Todavía quedan vivas muchas personas que pueden testimoniar los bombardeos que la aviación nazi y fascista, practicaron sobre las poblaciones del litoral valenciano. Desde entonces, son centenares las ciudades que han sido bombardeadas, a lo largo de todo el planeta. La información, sobre las consecuencias de todos esos bombardeos, se resumían en que se habían producido “daños colaterales”. En esos daños, nunca había personas concretas. La norma general, de los medios de comunicación, era no hablar de las madres, hermanos y novias de las víctimas militares y civiles de las bombas. A los niños, nunca se les daba un protagonismo proporcional a las consecuencias que sufren, por estar entre las víctimas más vulnerables, de las guerras. Para confirmar esto, no es necesario pensar en las guerras de los años 40. Pensemos en guerras más recientes, como las de Irán, Irak, Afganistán, Yemen, Siria u otras. En esas guerras nunca nos mostraron las víctimas civiles, con el detalle qué ahora nos las están mostrando, en la guerra de Ucrania. No me quejo que muestren las víctimas civiles de la guerra de Ucrania, sino que no se hayan mostrado en otras guerras. Esperemos que sea así en futuras guerras, aunque los criminales sean de los nuestros.

    Las imágenes de los desplazados de la guerra de Ucrania, me traen a la memoria, los exiliados de la guerra de España, que llegaban a la frontera francesa, a pie con lo que podían llevar en las manos. Allí, las autoridades francesas los trasladaban, a campos de concentración, de donde no podían salir, mientras no obtenían un contrato de trabajo. Mientras tanto, dormían amontonados en tierra, bajo el cielo, rodeados por una alambrada, sin lugar para hacer sus necesidades, vigilados como delincuentes. De los desplazados, de Ucrania, me llegan al alma, los niños que salen del país sin su familia. Me recuerdan, a tantos y tantos niños españoles, que durante la guerra tuvieron que abandonar sus ciudades, sin sus familias, qué en muchos casos, las perdieron para siempre. Padres y madres se quedaron sin hijos, y adolescentes, quedaron sin padres y madres. En los años 37 y 38, se calcula que el Gobierno de la Republica evacuó 37.500 niños al extranjero para salvarles de las bombas fascistas. De esos, unos 20.000 destinados a países europeos regresaron a España al acabar la guerra. De los destinados a la Unión Soviética, no regresó ninguno antes de 20 años, y muchos no regresaron jamás.  Hace pocos años, en el archivo de Salamanca se encontraron las cartas que cada semana los evacuados en la Unión Soviética enviaban a sus padres, y que el franquismo, nunca les entregó.  Me imagino la angustia de esos niños. La mayoría de los evacuados a Sudamérica, tampoco regresaron. A esos hay que sumar los 70.000 adolescentes que se exiliaron voluntariamente, con su familia, al acabar la guerra para huir de la represión fascista. Por cierto, los primeros niños evacuados al extranjero por la Republica, fueron 72 que salieron de València con destino a la Unión Soviética y acabaron en Ucrania. De los llegados a la Unión Soviética, 225 fallecieron en la lucha contra los nazis por haberse incorporados voluntariamente a la guerrilla contra los nazis.

    Valencia acogió miles de niños madrileños evacuados para salvarles de las bombas fascistas sobre Madrid. El gobierno hizo un llamamiento, y miles de familias valencianas acogieron niños en sus casas. Mi suegro, Hugo Domingo, a quien no tuve la suerte de conocer, porque falleció, en un accidente laboral, por los “daños colaterales” por la falta de medidas de seguridad en la construcción, en el desarrollismo de los 60, fue uno de niños madrileños evacuados a Valencia. Tres familias de El Puig, acogieron a él, y dos de sus hermanos. Al acabar la guerra regresaron a casa. Se encontraron a su madre viuda. El padre un miliciano, había muerto en el balcón de su casa en un atentado de los de “La Quinta Columna”, mientras fumaba un cigarro vestido de miliciano, en una visita a casa a ver la familia.  Su madre no podía hacerse cargo de los cuatro hermanos, una niña y los tres niños. Así que los tres hermanos optaron por regresar al Puig, donde fueron acogidos por las familias que les acogieron durante la guerra. A mi entender arrancar de la familia en plena infancia a un niño, y dejarle para siempre sin su familia, debe producir una herida interna en las personas, cuyo dolor arrastraran mientras vivan.

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