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Por María José Navarro
Picos Pardos - RSS

Los pelos como escarpias

    Me resulta tan indignante, como educadora social, ver cómo existen centros de protección de menores, en los que los chicos y chicas están de todo, menos protegidos, que solo de pensarlo siento un escalofrío.

    Y es que las últimas noticias de Mallorca son muy preocupantes, y reflejan una realidad que me gustaría pensar, en mi ingenuidad, que es algo puntual y no generalizado, aunque sabiendo que también en nuestra comunidad se han dado casos de chicos y chicas abusadas y prostituidas, y con verdaderas tramas de corrupción a su alrededor, me inclino más por la idea de que la gente sin escrúpulos, que la hay en todos sitios, pone el foco de atención en estos centros, para captar a todas estas personas menores de edad, que son presa fácil por sus complicadas condiciones vitales y sus débiles estructuras sociales.

    Entonces solo se me ocurre buscar responsabilidades y, la verdad, no sabría por dónde empezar… ¿Son las personas que trabajan en estos centros las responsables de esta vergüenza? Pues, sinceramente, me pongo en su pellejo y creo que habiendo denunciado reiteradamente, como lo habían hecho, ante la administración, las sospechas o evidencias de lo que estaba sucediendo, creo que hicieron lo que tenían que hacer, podríamos hablar de la contundencia de sus denuncias o su grado de implicación, pero lo hicieron, sabiendo que el trato con la burocracia administrativa no es un camino sencillo y se pierden muchas horas y fuerzas tratando de obtener respuestas.

    Desde luego, la pelota la tiene en su tejado la Administración correspondiente, que no pone los recursos necesarios para evitar estos sucesos tan lamentables. ¿Y de qué recursos estoy hablando? Pues de más profesionales de la Educación Social en los centros de protección, que puedan tener una más estrecha relación con los y las jóvenes que tienen bajo su tutela, con más y mejores recursos para eliminar las tramas de corrupción, pederastia y proxenetismo y, por supuesto, (y esto ya no sería a través de las administraciones autonómicas, sino del gobierno central) la ilegalización, de una puñetera vez, de la prostitución.

    Y aquí va una reflexión para quienes todavía ponen en duda lo de la abolición, con el argumento de la libertad de elección de las personas… ¿De verdad piensan que estas chicas y chicos que caen en estas tramas de prostitución lo hacen porque quieren hacerlo? ¿De verdad entra dentro de su normalidad que un o una adolescente, que no dispone de nada, tenga sexo con algún depravado, por unos miserables euros o por unas zapatillas nuevas?

    Pero ¿aquellos que quieren la regularización de la prostitución, no mueren de asco solo de pensarlo? Imaginen por un momento que son sus hijas o sus hijos quienes se tienen que enfrentar a esta situación, que no es más que una forma de esclavitud, en la que la dignidad de la persona deja de tener la más mínima importancia, quedando a merced de verdaderos depredadores que las van a someter a vejaciones, coacciones, humillaciones y malos tratos…

    Así que sí, me queda claro que los verdaderos culpables de estas situaciones luctuosas, son los pervertidos proxenetas que se dedican a comerciar con cuerpos de niñas, niños y jóvenes, y los pederastas sin escrúpulos que compran los servicios que ofrecen los primeros, lo que evidencia la realidad de la sociedad patriarcal en la que todavía nos encontramos, en pleno siglo XXI. Por ello, la respuesta a esta lacra social no puede ser otra, que la más absoluta contundencia contra estas tramas mafiosas que trafican con personas, y la prisión para los pederastas, sin la posibilidad de que este tipo de delitos pueda prescribir.

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