¿Y si nos hacemos los suecos?

Leo, emocionada, que en Suecia los socialdemócratas, los ecologistas y el centroderecha, acaban de sellar un pacto para evitar el bloqueo político en el que vivían desde las elecciones que tuvieron en septiembre pasado, dejando a la extrema derecha aislada y sin posibilidad de maniobra.

Y, claro, no puedo dejar de pensar en Andalucía y en esa situación en la que se encuentra, con un pacto de las derechas liberales con la extrema derecha más radical y retrógrada, que presenta una serie de exigencias para pactar que son más propias de una política del s.XIX que del XXI y que los otros le aceptan cambiando, maquillando, maqueando su discurso sin ningún rubor ni bochorno, que para eso son políticos y tienen muchas ganas de poder.

También pienso en Valencia, con aquel pacto tripartito al que se llegó después de semanas de reuniones necesarias para alcanzar consensos y que, desde el minuto cero ha sido vilipendiado por la derecha local y autonómica, en un intento de desprestigiar lo que con mucho esfuerzo se ha ido consiguiendo (no debemos olvidar el legado recibido de manos de ese Partido Popular que tiene a una gran parte de sus representantes en el trullo o con sentencias judiciales y que nos dejó una deuda que tardaremos años en subsanar). Y entiendo la reacción de la derecha y sus ataques furibundos, pues perder el bote del que habían estado chupando y enriqueciéndose, es algo que no les sentó nada bien.

Sin embargo, hay otras reacciones que no acabo de entender, como las de los partidos (y las personas) de izquierdas, que en vez de hacer piña y tener un discurso crítico pero conciliador, en vez de buscar los puntos en común y desarrollarlos, en vez de trabajar desde el reconocimiento y la coherencia, nos dedicamos a lanzar mensajes incendiarios contra los nuestros, o los que así deberíamos considerar… Me quedé de cartón-piedra cuando hace pocos días salieron los representantes de los sindicatos de trabajadores, convocando unas movilizaciones para que Sánchez derogue algunos puntos de la reforma laboral, cuando han tenido años (desde su aprobación en el 2012 ya ha llovido) para sacar a los trabajadores y trabajadoras a la calle, ponerse los chalecos amarillos, y exigir la derogación al completo de dicha reforma laboral, pero a quienes la habían impuesto, es decir, el gobierno del PP.

Personalmente también soy y seré muy crítica con esos partidos con los que me siento identificada y que me representan. Me he enfadado mucho cuando han tomado decisiones erróneas, cuando me han defraudado, tal vez por las altas expectativas que tenemos los votantes de izquierda sobre quienes nos representan, cosa que no ocurre con los votantes de derecha, que son capaces de comulgar con ruedas de molino si así se lo propone su partido… pero creo que en este momento fatídico de la historia, o somos capaces de crecer desde nuestras diferencias, o moriremos aplastados por ese populismo ultra que se va haciendo fuerte a base de todas las personas que han decidido (realmente así nos lo venden en los medios de comunicación con el bombardeo que soportamos a diario) que la política no va con ellas y que prefieren no votar o, lo que es peor, escarmentar a sus partidos con un voto de castigo… sin pensar en que eso va a suponer sufrir un retroceso en el tiempo y en derechos fundamentales.

Así que propongo que tomemos buena nota de nuestros vecinos del norte y nos dejemos de tantas milongas y afán de protagonismo que no nos llevan a ningún sitio.

Yo me voy a hacer la sueca y espero que cunda el ejemplo.