Equilibrio
Acabamos de dejar un año, el 2021, en que, a pesar de haber mejorado respecto a su antecesor, hemos seguido lidiando con el covid y con otros acontecimientos que han marcado su trayectoria y nuestro equilibrio.
Porque equilibrio es lo que necesitamos para poder avanzar, tanto a nivel individual como colectivo.
Equilibrio personal, para ser capaces de entender lo que pasa a nuestro alrededor sin dejarnos vencer por el pesimismo, aunque sea ese sentimiento el que prevalece ante tanta noticia negativa, a la que se le da relevancia absoluta en los medios de comunicación y redes sociales, porque lo negativo vende más, porque en el fondo todas las personas somos (o nos han hecho ser a fuerza de consumir horas de ello) un tanto morbosas y nos hemos instalado en la necesidad de ver las miserias ajenas para compadecernos de las propias… Es vergonzoso que los “realitys show” sean los programas con más audiencia en nuestro país, con lo que ello significa de falta de valores, empatía y banalización de lo importante.
Equilibrio medioambiental, para que cambien las tendencias de consumo masivo, para que entendamos que, en el punto en el que nos encontramos actualmente, ya no solo vale aquello de las “tres erres: reciclar, reutilizar y reducir”, sino que tenemos que repensar esta sociedad consumista y redirigirla hacia una fórmula más sostenible y equitativa; donde no se desperdicien toneladas y toneladas de alimentos, mientras otras personas no tienen qué llevarse a la boca; donde las personas no seamos esclavas de tantas tecnologías absurdas e insostenibles, mientras quedan países en este planeta donde el agua es un bien casi inexistente; mientras en el primer mundo vamos hacia las terceras dosis en la vacunación y en el tercero hay millones de seres humanos que no han recibido ni la primera…
Equilibrio social, para no dejar a tantas y tantas personas por el camino, para que aquello de la sociedad del bienestar sea una realidad absoluta, donde toda la ciudadanía tenga los mismos derechos y oportunidades sea cual sea su condición, su procedencia, su religión, su identidad… equilibrio donde las poderosas también rinden cuentas ante la justicia, de la misma manera que el resto; donde no se nos valore por lo que tenemos, sino por lo que valemos.
Equilibrio político, porque estamos más que hartas de ver el paripé absurdo de las formaciones políticas en dónde todo vale. Durante esta crisis, en la que seguimos inmersas, hemos tragado horas y horas de debates estériles entre los partidos de un lado y del otro, sin dejar opción a la unión entre ellos para trabajar por el bien común, para que la ciudadanía se hubiera sentido orgullosa de quienes, supuestamente, les representan. En vez de eso, tenemos un gobierno que ha tenido que bregar contra una crisis sanitaria nunca vista en solitario, y luchando contra los elementos hostiles de los partidos de derecha, que han visto una oportunidad para ganar votos desde el descrédito al contrincante, desde la negación, desde la controversia, desde el absurdo y la necedad.
Equilibrio en este mundo desequilibrado, poco equitativo y menos empático.
Equilibrio para superar lo retos actuales y los que están por venir.
Equilibrio para no perdernos en toda esta rara realidad que nos ha tocado vivir.