¿Cambiar lo que somos?

Cada año, como una tradición familiar, elijo una frase para estas fechas, la comparto con las personas más cercanas, y, además, suelo utilizarla para la felicitación de las fiestas navideñas.

Este año, la frase elegida ha sido una de Eduardo Galeano "Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos", que me parece de lo más apropiada como reflexión personal en estos días en los que estamos finiquitando el año.

Cierto es que en esta sociedad capitalista y consumista en la que vivimos, resulta complicado andar haciendo cambios en nuestras vidas, pues la vorágine nos arrastra y no podemos menos que dejarnos caer en la tentación de las compras compulsivas y los pantagruélicos festines inherentes a estas fechas.

Sin embargo, año tras año, a pesar de que la mayoría criticamos esto mismo de lo que estoy hablando, somos incapaces de cambiar lo más mínimo nuestro comportamiento respecto a ello, y seguimos reproduciendo nuestros roles sexistas, siendo las mujeres las que se encargan de los preparativos de comidas y cenas, sin que por las cocinas se vea más que a algún despistado que entra a saludar o a dar palique, pero no se pone a fregar los cacharros del fregadero lleno hasta los topes...

Seguimos comprando coches, motos y pistolas de juguete a nuestros hijos, sobrinos o nietos y muñecas, cocinitas y maquillajes a nuestras hijas, sobrinas o nietas...

Seguimos pensando que para demostrar nuestro cariño hemos de pasar por los grandes comercios abarrotados de gente que ha caído en la misma situación, pasando horas en interminables colas, enfadados y con una sensación que no sabemos calificar, pero que resulta bastante incómoda y desesperante...

Sin embargo, esas pequeñas cosas que nos acompañan día a día en nuestras vidas son muy fáciles de cambiar. ¡Solo hemos de hacerlo!

Más difícil está el poder cambiar otras que se escapan a nuestro poder, pero que si nos empeñáramos también se podrían conseguir, uniendo esfuerzos. Unos sueldos dignos, unas jornadas laborales no abusivas, una educación pública de calidad para los nuestros, una sanidad, también pública que para eso la pagamos, en condiciones óptimas, unas pensiones garantizadas para los mayores, igualdad de condiciones para hombres y mujeres, leyes que no restrinjan la libertad de expresión, otras que garanticen los derechos de los que menos posibilidades tienen de pelear por ellos: menores, personas con diversidad funcional, personas que han sufrido maltrato o abusos, migrantes...

Si de verdad queremos cambiar esta sociedad en la que vivimos y que es también nuestra, aunque no nos guste, deberemos aplicarnos y remar contracorriente, ya que así será la única manera de que consigamos hacerla más adaptada a nuestra medida y no a los intereses de los poderosos que manejan los hilos de qué, cómo, cuándo y hasta dónde podemos hacer con nuestra vida.

Os deseo un 2017 lleno de esos cambios que consigamos, individualmente en nuestro entorno más inmediato, y colectivamente, en esta sociedad que queremos más justa y solidaria. ¡¡¡Feliz 2017!!!