Un voto por caridad
Aunque, a estas alturas de la película, muchos de ustedes, pacientes lectores, me habrán situado dentro de las muchas corrientes políticas que campean por España (uy, qué madridista me ha quedado esto…), procuro mantener separado mi perfil ideológico de mi perfil literario. Básicamente, porque ya me cuesta bastante conseguir que alguien lea mis artículos o compre mis libros, como para ir perdiendo amigos por alzar esta mano o aquel puño, o acercarme a determinado color.
Precisamente por esto, puedo afirmar sin temor a que demasiados de ustedes me den la espalda, que nuestro país se ha convertido, en lo que a política se refiere, en un desierto donde se hace campaña un mes, se vota un día… y nos quejamos amargamente durante cuatro largos años. Caemos en el muy italiano “piove… Governo ladró!” y nos la trae al fresco que al frente de nuestros designios haya un hombre o una mujer, o que sea de izquierda, de derecha o de centro: Es un tentetieso inútil, probablemente corrupto, y aparte de que tiene menos gracia que chafarse los cataplines con la tapa de un piano, suele ser hasta feo.
Y a mí, qué quieren que les diga, me dan lástima. Incluso aquellos que no son “de mi cuerda”. Siempre he pensado que gobernar españoles requería un molde particular porque, entre ustedes y yo, somos de un “especialito” que da miedo. Y no pongo ejemplos de nuestras “virtudes” porque, como he dicho al principio, no quisiera linchamiento virtual ni dramático descenso en las ventas de mis legajos.
Así que voy a limitarme al reduccionismo más sangrante. Voy a pensar que, usted que me lee, es una de estas dos clases posibles de ciudadano: el que está hasta el Arco del Triunfo que le mangoneen y quiere un cambio, o el que considera que en su ciudad o su región, quien lleva el timón lo está haciendo razonablemente bien, y merece la pena confiar en su palabra, su talante o su gestión.
Precisamente por ello, voy a animarles a votar el próximo fin de semana. No me sean cómodos: Votaron a Rosa en “Eurovisión” y a Belén en “Gran Hermano VIP”, así que no hay excusa posible. Dense un paseo este domingo, acérquense a su colegio electoral, y piensen que, para lo que harán con toda libertad, hemos tenido que sufrir siglos de caciques, de derechos de la primera noche, de pernada y de esclavos.
Dígale, señora, si se atreve a sus hijos y nietos, que hace apenas años, el cabeza de familia (varón), votaba por usted. Dígale, señor, a los suyos, que tuvo que emparedar a un Cristo o enterrar el carné de un sindicato, porque había gente dispuesta a matarle por aquello en lo que creía, fuera divino o humano.
Y, cuando esté delante del cubículo cuadrado y transparente, vote en conciencia. Pero vote, “jodío”, que luego ya tendremos cuatro años para quejarnos.