Animalicos
Hoy quiero confesar, como la Pantoja, que no soy precisamente un amante de los animales. Después de muchos años conviviendo con “perrines”, he descubierto que soy alérgico a su pelo. Me considero carnívoro practicante y hasta he cometido la tropelía de correr delante, o detrás, de un toro ensogado en las fiestas del “Torico”, en Chiva, siempre con precaución (tanto propia como de respeto al astado). Incluso he tenido encendidas discusiones sobre si la fauna puede ser sujeto de derechos.
A pesar de ello, respeto y me gusta que se respete a todo bicho viviente. Me sorprendió, por ejemplo, la completa campaña política del PACMA durante las recientes Elecciones Europeas, que colocaron a la formación muy cerca de tener representación, y recibo habitualmente información sobre maltrato animal gracias a varios buenos amigos a través de “Facebook” (aunque, todo sea dicho de paso, empatizo igual de bien con su causa sin necesidad de recibir de tarde en tarde fotografías de cachorros abiertos en canal y otras imágenes que rozan el “gore” más extremo. Gracias por entenderlo).
Como bien decía Lobezno, el personaje de cómic representado en la pantalla por Hugh Jackman, “no me gusta matar aquello que no me voy a comer”, y esa debería ser una máxima en el ser humano. Ya no matar, ni siquiera maltratar. Evitaré hacer un listado de las mil tropelías que nuestra raza superior y privilegiada comete sobre sus “hermanos inferiores” (galgos ahorcados, focas apaleadas, gatos envenenados, escualos mutilados, orangutanes violados y un largo etcétera), porque creo que todos nos hacemos una idea.
Siempre he pensado que maltratar animales es como masturbarse con un martillo: Algo extraño y raramente placentero, salvo para mentes muy retorcidas. Pueden gustarte más o menos pero, salvo que supongan una plaga de proporciones bíblicas o te los pienses jalar entre pan y con patatas, no tiene ningún sentido acabar con su vida, y aún menos hacerlos sufrir de forma innecesaria.
Así, cuando tengo la desgracia de leer alguna reseña de brutalidad animal, siento lo mismo que cuando descubro otro incendio provocado, otro niño abusado, otra obra de arte dinamitada: Quizá la Evolución, el Altísimo o el hombrecillo gris del espacio exterior que pensó que éramos ideales para coronar la pirámide “de-lo-que-sea” en el Planeta Azul… igual se equivocó.