A Eleuterio Fernández
Algunos le echan basura al vecino por el patio de luces y hojarasca por debajo de la valla, y mira por donde, tú me echas flores. Debo corresponder a esta buena vecindad que practicas desde tu periódica columna, que me recuerda, por cierto, a la de aquel eremita y santo varón de la película de Buñuel, San Simeón el Estilita, que predicaba en el desierto desde lo alto de una columna, aunque no de papel como la tuya.
Supongo que es la solidaridad “corporativa” la que hace que me trates en unos términos tan amistosos –no nos conocemos personalmente- que, dicho sea de paso, me resultan incluso abrumadores. Pues eso, amigo Eleuterio, debe ser que alguna onda misteriosa nos une (desde luego no es la santidad, que a ti tampoco te supongo), porque sin proponérnoslo y tras larga ausencia, ha coincidido en el tiempo la publicación de una cosa mía en els Parotets con ese artículo que desde tu periòdica columna me brindas con modales tan taurinos.
Yo, como las pioneras del destape de principios de la democracia, sólo me desnudo cuando lo exige el guión. Es decir, que si no tengo nada que decir, no escribo. Salvo que la jefa de esta casa me diera motivos algún día para otra cosa. Simplemente ocurre que uno no desea caer en el ecologismo-coñazo. En definitiva, no hay ningún motivo oculto por el que puse en “stand by” a “Parotets”, ni tampoco por hacerlo en el cabalístico13, número simpático sobretodo por la inolvidable 13 Rue del Percebe de mis, ay, felices tiempos de lector de tebeos.
Mi encasillamiento “clotero” tiene una explicación, aparte de mis amores por él. En los últimos meses he estado realizando un trabajo de investigación (esperemos que vea la luz dentro de pocas semanas en forma de libro) que me ha obligado a visitarlo con regularidad. Y no ha habido día en que el goce por descubrir tal o cual cosa no se haya visto empañado por el cabreo que me han provocado calamidades como las que muestras en tu foto.
Y claro, frente al discurso político según el cual “el Clot va bien”, alguien debe asumir el ingrato papel de “cenizo”, de mensajero portador de malas noticias.Y así me he visto, sin proponérmelo, en la tarea de desarrollar un discurso reivindicativo y contrapoéticofloral sobre nuestro querido estany de la Vila (con minúscula en la primera, como aconsejaría Josep Molés), aprovechando mis experiencias del día a día.
Al igual que existe el certamen “Tardor en el Clot” en que se muestra lo bello del paraje, propongo desde aquí que se cree una especie de contracertamen titulado “Horror en el Clot”. En él, como en los Razzie de Hollywood, se destacaría el feísmo del paraje, que por desgracia forma parte de su realidad menos “natural”. Pero nos guste o no, es una realidad que da para muchas fotografías, y como muestra voy a inscribir en el utópico certamen de “contratardor” que proponía, las dos que acompañan a este artículo, que con la tuya ya suman tres.
En el trabajo al que me refería antes, califico el Clot como un “malalt amb bona cara”. Detrás y debajo de su bonita fotogenia aérea, esconde muchas carencias y necesidades. La autoridad competente debería saber que nuestro paraje natural es como un niño al que no puedes dejar a su aire: conviene establecer una vigilancia de 24 horas al día, con alimento y medicinas, y por supuesto, es imprescindible tener un proyecto de futuro adecuado. Queda mucho por hacer, y el problema básico de gestión es establecer un orden de prioridades, pero pensando más en qué le conviene al ecosistema y menos en cómo explotarlo de cara a los visitantes o a las elecciones.
Con respecto a la gente incívica, soy pesimista. Con éstos sólo vale el garrote inmisericorde, o sea, el multazo enorme, aunque como te decía, para ello hace falta vigilancia de la policía patrullando 24 horas al día, a poder ser sin coche (con bici o a pie, por favor, como los vigilantes de la playa!), y poniendo algo más de fervor que el que cabría esperar de un Torrente puesto a guardia rural.
Te escribo esta carta para corresponder a tus buenas relaciones de vecindad, y porque últimamente te veía un poco solo; de modo que, amigo Eleuterio, he venido a hacerte un ratito de compañía. Aunque como bien sabes, la verdadera compañía de quien escribe éstas, nuestras prédicas (da lo mismo que sea desde lo alto de una Columna que desde lo profundo de un “Hoyo”) son nuestros amables lectores.
Tuyo affmo.