La “pandemia” española de los años cincuenta y tantos
Las “limitaciones” en playas impuestas por el antiguo régimen
Las Autonomías, Ciudades Autónomas y, en definitiva, España, deberán prepararse durante el próximo trimestre para asumir el papel esencial de arranque de la economía española.
El escenario debería situarse, sujeto a preferencias, en alguno de los miles de kilómetros de sus zonas costeras repletas de infraestructuras y experiencias turísticas, una vez se vayan conociendo nuestros avances más o menos certeros contra los efectos del Coronavirus.
España suele ser tierra de respuestas solidarias, siempre dispuesta en lo que debería entenderse como un primer soporte o inicio para mitigar la otra “pandemia económica” la cual, si permanecerá varios años en España.
Algunos Medios de Comunicación tratan de adivinar ¿el secreto? de una estrategia gubernamental la cual ayude a solventar algunos problemas inmediatos, pero nada mejor que concederles plena iniciativa y desarrollo a dichas Instituciones a la espera de seguridad de éxitos.
¿Acotar Espacios, Módulos, Chiringuitos?
Algunos empresarios ya vislumbran soluciones de este tipo y comienzan a acometerlas, lo cual denota espíritu de levantar nuevos futuros en zonas de ocio y esparcimiento en tiempos muy difíciles y sin acabar de llegar los créditos.
Eso sí cualquier solución acorde con soluciones de acotamientos conservaría, si me lo permiten, ciertas similitudes con otra realidad ocurrida en los años cincuenta y tantos.... que consistía igualmente en distanciamientos de familias y de sexos teniendo efectos pandémicos no mortales sino mentales.
Se tratarían de episodios o escenas que la memoria de un crío de corta edad, retuvo en su memoria durante años tardando tiempo en encontrar adecuada respuesta.
Efectivamente, en aquellos tiempos, no existía el riesgo de posibles efectos infecto-contagiosos, sino más bien el de otra clase de epidemia/pandemia de tipo político-religioso la cual tardamos muchos años en amortiguar.
Recuerdo, una playa importante del Sur de España, Baños del Carmen, en Málaga capital, en la cual, ambos sexos se encontraban rigurosamente separados como si se tratara del famoso Muro , de la frontera mexicana, pero en este caso, sólo con presencia de inocentes familias españolas.
Se trataba de otra especie de “cuarentena playera” del antiguo régimen, impuesta por razones político-morales vigentes en aquellos años de civilización trasnochada.
Consistía, en la instalación de una barrera física de gruesa madera, que probablemente superaba los 2.30 metros de altura, con una gruesa soga flotando similar a los amarres que utilizan los barcos para asirse a los “norays”, cuando arriban a puerto.
Los atribulados padres, para mantenerse a flote, se asían a la soga superando los cincuenta/cien metros existentes como única forma de atender un reclamo cariñoso de “cuca-mona” de su retoño, no sin el consabido peligro de una playa peligrosa con abruptos cortes.
Confieso que mi orfandad a esa corta edad en aquél entonces, no llegaba a discernir sobre esas reglas sin sentido, conformándome junto a mis hermanas mayores cuidadoras, a contemplar una determinada escena hasta cierto punto incomprensible para mí.