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Por Yolanda Seva Ruiz, Diputada Nacional por la provincia de Alicante
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"Señora Presidente"

    Vivir en una constante carrera de obstáculos es, en ocasiones agotador, pero no es más cierto que alcanzar la meta es mucho más gratificante, así que sorteamos obstáculos y seguimos corriendo.

    La lucha por conseguir la equiparación de derechos para las mujeres, en una educación inclusiva, en un mundo igualitario y más justo, supone la consecución de oportunidades laborales, que se nos negaban por el simple hecho de ser mujeres.

    Actualmente, somos más universitarias pero somos menos cargos en la dirección de empresas, tanto en el ámbito público como privado. Las mujeres sufrimos discriminación salarial, política y social y no es un comentario subjetivo por serlo; es un dato objetivo contundente.

    En el siglo XXI todavía existe, en algunos países de nuestro planeta, discriminación racial, control masculino. Las mujeres no acceden a ningún cargo político; necesitan autorizaciones paternas o maritales para realizar cualquier actividad;  no tienen voz ni voto; salen a la calle acompañadas de un hombre; no conducen, ni viajan, ni trabajan y la niñas a partir de 9 años están listas para el matrimonio.

    Existe, todavía en nuestros días, el crimen de honor por la simple sospecha de adulterio e, inexplicablemente, a 200 millones de mujeres se les ha practicado la mutilación genital (44 millones de ellas eran niñas menores de 14 años). La ablación atenta contra la integridad física de las mujeres, provoca graves secuelas físicas y psíquicas y viola de forma flagrante la Declaración de Derechos Humanos.

    Una de cada tres mujeres sufre violencia física y sexual y 46 millones de personas están involucradas en redes de esclavitud y trata, de cuyas víctimas siete de cada diez son niñas. Dos terceras partes de los seres humanos no saben leer y son mujeres. Solo una cuarta parte de presencia en los Parlamentos es femenina.

    En algunos lugares, las mujeres no tienen derecho al voto, ni a tener propiedades, cobran menos por el mismo trabajo, incluso en rangos superiores, y su actividad está relegada a las tareas domésticas y los cuidados no remunerados, lo que indica que seguimos sin medidas reales de igualdad en Derechos para las Mujeres.

    Desde el siglo XVIII, con el tratado feminista de Benito Feijoo, “Defensa de las mujeres”, en el que se defendía el talento de éstas y los impedimentos del sistema en su desarrollo personal, pasando por la formación de Asociaciones  Feministas en Barcelona, Bilbao o Valencia durante los años veinte, hasta la adquisición de los derechos electorales en la II República; después de la incongruencia evidente de poder ser diputada en Cortes y no poder votar en los procesos electorales, pasando por la despenalización del aborto en el Gobierno de Largo Caballero, llegamos a la Guerra Civil y a la Dictadura Franquista.

    “Y ahí es cuando la matan”. Cuando los derechos adquiridos se esfuman bajo un código de moralidad exclusivo del género femenino en el que se prohíbe el divorcio, la anticoncepción y el aborto, pero no la prostitución. El Caudillo nos impone el permiso marital para cualquier actividad y el matrimonio siempre católico, por la gracia De Dios.

    Cuarenta años después, con un país que comenzaba a caminar hacia la democracia y la igualdad de derechos olvidada, recuperamos los pisoteados derechos y comenzamos una árdua andadura que llega hasta nuestros días. En 1975 fue abolido el permiso marital; en 1978 queda cancelado el delito del adulterio para las mujeres; en 1981 queda aprobado el divorcio y el derecho de la mujer a controlar sus finanzas; en 1984 el 46% de la matrícula universitaria era femenina y en 1987 una mujer que sufría una violación ya no tenía que demostrar que se había resistido con uñas y dientes, hasta ahí llegábamos.

    Y llegamos al siglo XXI, o eso parece, aunque algunos sigan instalados en la Baja Edad Media. Y, de la mano de Gobiernos progresistas, se dan grandes pasos hacia la equiparación en derechos, aprobándose en 2004 la Ley de Medidas de Protección contra la Violencia de Género y en 2007 la Ley de Igualdad Efectiva entre hombres y mujeres.

    Actualmente, trabajamos en medidas de equiparación y protección para las mujeres y sobre todo y ante todo para las niñas. La nueva Ley de Educación, la Ley de Protección a la Infancia, la erradicación de la Esterilización forzada, la Ley de Capacidad Jurídica para las personas con Discapacidad, el Ingreso Mínimo Vital o la Igualdad Salarial son medidas de empoderamiento de las mujeres y de eso debemos sentirnos orgullosas por la lucha constante.

    Hago toda esta reflexión por ayer mismo, por cada día, por sentir personalmente el menosprecio de la emergente ultra derecha que intenta que nos hagamos pequeñas. Lo que no entienden es que cada vez somos más grandes, heroínas en un mundo que nos cuelga estereotipos y que vuelven a recordarnos mujeres, tristemente subyugadas a hombres que se consideran atacados por el feminismo y que realmente solo se sienten intimidados por tanto talento como desborda dicho género. Lo dejaré claro, género femenino.

    Lo digo por la concordancia, inaplicable en su vocabulario. Somos diputadas, presidentas, concejalas, directoras, secretarias, doctoras, maestras… con “A” mayúscula.

    Llamarnos “Señora Presidente” es una falta, además de respeto, de conocimientos en la concordancia del lenguaje escrito, lo que supone un agravio a esos que, bandera en mano, defienden el castellano. Son detalles que parecen imperceptibles, pero que ahondan en la brecha de género y ni queremos, ni lo vamos a consentir, por razón de respeto a nosotras mismas.

    Ese respeto al que se falta constantemente y al que se intenta enmascarar con la neutralidad del término. Y no, señores y señoras de VOX: presidente no es femenino, presidenta sí. Respeten al 50% de la población, respeten a las mujeres, que desarrollamos nuestra actividad profesional en cualquier ámbito.

    Mujeres como Hidegarda de Bigen (1098-1179) escritora en  la baja Edad Media; Sojourner Truth (1797-1883) símbolo del feminismo negro; Rosalía De Castro (1837-1885) escritora del renacimiento de la lengua gallega; Emilia Pardo Bazán (1851-1921) defensora de la educación de las mujeres; Marie Curie (1867-1934) dos veces premio Nobel en diferentes categorías; Clara Campoamor (1888-1972) precursora del voto femenino, diputada y exiliada; Rosa Parks (1913-2005) que se negó a ceder su asiento a un hombre blanco cuando viajaba en autobús; Nawal El Saadawi (1931) escritora, activista y médica egipcia que sufrió de niña la mutilación genital; Benazir Bhutto (1953-2007) primera Presidenta  de un país con mayoría musulmana, asesinada en plena campaña electoral; Susan Sontag (1933-2004) intelectual en lucha constante por la igualdad entre hombres y mujeres y los derechos de los homosexuales o como Laura, Susana, Carmen, Cristina, MªLuisa, Pepa, Patricia, Ana, Josefina, Mercedes, Adriana y tantas diputadas y senadoras socialistas que seguiremos defendiendo nuestra capacidad de trabajo, nuestros derechos y nuestra “A” de femenino plural.

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