Quieren anular la voz de las Pymes
Hace ahora siete meses, escribí un artículo sobre “La perversión del tamaño”. Ahora sé que era la primera parte porque me veo en la obligación de escribir una segunda. Quizá quede alguien en este país que no lo sepa, probablemente ciudadanos de a pie (porque los que van en coche oficial lo sabían todos) que el asunto de Bankia lo conocían todos los implicados: desde el propio Banco de España a un gran saco de gentuza que no tuvieron el más mínimo remordimiento para completar el teatro de la salida a bolsa del mayor pufo financiero que se recuerda.
Las últimas actuaciones con Bankia han servido para robar descaradamente el resto de los ahorros que no habían hurtado antes con las cuotas participativas, las preferentes y otras lindezas de nuestro actual sistema bancario. Para el que no lo sepa, que tome nota de que la única forma de llegar a alcanzar el Fondo Europeo de rescate de Entidades Sistémicas, es, eso, convertirse en una “entidad sistémica”; pues nada, se coge “lo mejorcito de cada Caja” y se le pone en un “Rato” la guinda al pastel, para que esté bien adornado.
Total, la “guinda” se la traga luego Telefónica que tiene estómago para todo, porque se alimenta de la sangre de los ciudadanos y, eso, da mucha fuerza. Además de producir algún efecto imán, porque se ha permitido atraer a sus voluptuosos senos a los chupópteros más sinvergüenzas que se recuerdan por estos y otros lares, todos ellos sin oficio, pero con un gran beneficio.
Esto, señores, es la perversión del tamaño en plena acción. En estos últimos años, en los que desde todos sitios braman voces para proteger a las Pymes, hay que escucharlas y analizarlas con atención porque son voces cómplices de un sistema caduco, de mentirosos y traidores, que se resisten a tirar el tétrico envoltorio que los han mantenido ocultos durante tanto tiempo, voces que nunca han perseguido más que su propio beneficio, ya sea político, económico o especulativo; son voces que abogan por un cambio de modelo que nunca van a iniciar.
Ese cambio comienza porque ellos mismos se marchen a sus casas y dejen actuar a nuevas generaciones de personas implicadas que rechazan de plano el favoritismo, el servilismo y el adoctrinamiento que ha caracterizado a nuestra sociedad y, por supuesto, a nuestras instituciones.
En los últimos años, las mismas voces que ahora abogan por la unidad, que confunden con su servilismo a las instituciones y que han conseguido atraer, con la excusa de la necesidad y la eficacia, a personas indecisas no recuerdan que hubo que crear instituciones como Cepyme para que –específicamente- se defendiera a las Pymes.
Las macro estructuras, gobernadas sin rubor por la AEB (Asociación Española de Banca), pretenden hacernos creer que se puede representar a las petroleras y a los “gasolineros”, a los franquiciados y a los franquiciadores, a los mercados y a los hipermercados, a la todopoderosa banca y a sus víctimas, las PYMES. Perdonen, señores, que me ría de mi propia ironía.
¿Cómo podemos poner a la zorra a cuidar de las gallinas? (Esto ya lo sabía hasta mi santa abuela). Por eso, ahora, cuando oigo de la necesidad de fusionar instituciones, me viene inmediatamente a la cabeza el modelo “entidades sistémicas” ¿que pretendemos, que nos rescate alguien?
No señores, no hay ni habrá rescate para las PYMES, porque si perdemos nuestra identidad, nuestra voz y nuestra fuerza, lo habremos perdido todo. Si al amparo de falsas justificaciones, de falsas necesidades, que únicamente tienen los que las invocan, permitimos que se nos arrincone, que se nos fusione, que –en definitiva- se nos anule, habrán conseguido lo que políticos y vasallos de todos los colores persiguen: que las PYMES queden completamente indefensas.
¿Por qué nadie plantea fusionar los pequeños partidos que van creciendo? Pues, está muy claro, porque los grandes partidos “sistémicos” hace tiempo que no representan a nadie más que a ellos mismos. Por eso, los chupópteros del sistema, involucionistas sin futuro, tienen muy claro que el “modelo sistémico” es el único que les protege, al menos de momento, y digo al menos porque quizá la actual sociedad todavía está poco preparada para ejecutar los cambios que necesita pero que forzosamente llegarán.
Lo que debemos esperar es que lleguen de la mano pacífica de las voces que realmente queremos cambiar las cosas desde dentro y que, aunque nerviosos, no somos violentos, porque si no lo hacemos, en el siguiente turno, aparecerán hordas encendidas que se comunicarán con una tranca y que no reflexionarán sobre la inocencia o culpabilidad de quien tengan delante, pues el hambre, el odio y la ventura a la que se les condena les habrá convertido en auténticas e irracionales fieras.
Igual ha llegado el momento de invertir el título de la famosa fábula de Félix Maria de Samaniego y, entonces, serán las gallinas las que se comerán a la zorra.