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Por Monserrate Guillén - Alcalde de Orihuela
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Quién está del lado de los oriolanos

    El pleno de ayer nos dejó una imagen fiel de la realidad política de Orihuela en los últimos cuatro años. De un lado, estuvo el gobierno municipal compuesto por los mismos concejales y los mismos partidos, a excepción de Robert Houliston, que el 12 de junio de 2011 formaron un equipo honrado, honesto y con el simple objetivo de mejorar la vida de los ciudadanos y de modernizar el funcionamiento de la administración local. De otro, un grupo popular desmembrado, cuyos restos se redujeron a seis concejales de trece, después de que la mitad del grupo, encabezada por Pepa Ferrando, fuese expulsada por no querer apoyar una moción que rechazaba la corrupción. Es difícil que alguien apoye un documento que significa su propia muerte política. No obstante, ni cortos ni perezosos se han montado su propio chiringuito bajo la marca de Foro Democrático. De hecho, ayer ni asistieron al Pleno porque estaban ocupados en otros menesteres.

    Otros cinco concejales siguen perteneciendo al PP y David Costa ha decidido quedarse en tierra nadie. Aún más lamentable es lo que presentó Centro Liberal Renovador: un Pedro Mancebo que supuestamente ha dimitido de su cargo, solo y abandonado por sus propios compañeros de partido que han soltado lastre para poder seguir perpetuándose en cargos públicos no sabemos con qué puntos en el programa electoral, aunque, entre moción de censura y moción de censura, hemos podido hacernos una idea.

    Como alcalde y cabeza visible del gobierno municipal de Orihuela, ayer sentí, pese a la vergüenza ajena que me provocó el comportamiento de unos pocos, cierto orgullo por este equipo de gobierno. La inevitable satisfacción de ver que el tiempo ha puesto las cosas en su sitio se mezcló con el miedo que me da pensar que, de nuevo, políticos irresponsables pueden tomar el gobierno de Orihuela. Ayer vi la necesidad de resistir cuando claudicar puede ser catastrófico. Si los componentes de este gobierno en minoría, pero obviamente legítimo, nos hubiésemos rendido, habríamos satisfecho nuestra necesidad personal, pero en la idea de continuar siempre estuvo un compromiso aún mayor: el que adquirimos con la ciudadanía al formar gobierno.

    ¿Qué hubiese pasado si hubiésemos abandonado cuando nos quedamos en minoría? Siempre hemos creído que hubiese pasado lo mismo que lo ocurrido en la última década, que la corrupción camparía a sus anchas, que los ciudadanos estarían en un segundo plano a favor de intereses espurios. Ayer pudimos saber quién trabaja en los intereses de los ciudadanos hasta el último minuto y quién utiliza las instituciones para medrar o para satisfacer cuestiones personales. Quién conserva la legitimidad que le concedieron las urnas y quién la ha ido perdiendo en la misma medida que su propia dignidad. En definitiva, quién está del lado de los oriolanos y quién está del lado de sí mismo.

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