El precio de la corrupción
De la "fiesta" que algunos se han pegado, sabemos una parte de lo que debemos, todo no. Ahora descubrimos que había infinidad de facturas escondidas en los cajones, en los públicos y en los privados. Aunque va a ser más difícil conocer lo que nos queda por perder pues toda resaca tiene un precio y este periodo de sinrazón y despropósito, no ha terminado.
Nos quejamos, no todos, es cierto, de la pérdida de conexión del puerto de Alicante con el corredor Mediterráneo. De dejar pasar de lado una oportunidad histórica que difícilmente podremos valorar nunca. Nos quejamos, repito, no todos, de la infrafinanciación de nuestra Comunidad y de nuestra provincia, sin que tampoco podamos saber la repercusión que, sobre el tejido empresarial, está teniendo y tendrá. Nos quejamos de que la confianza no devuelve la estabilidad al consumo y a la economía, incluso cuando los datos macroeconómicos mejoran.
Seguimos teniendo nuestras instituciones repletas de caraduras a los que les da igual cual sea el resultado que obtengan, que no recuerdan en absoluto cuáles eran sus obligaciones y únicamente se preocupan de tener las posaderas pegadas a la silla. La última moda es espeluznante porque cuando peor, más nefasto e incompetente ha sido un gestor, mayor parece el compromiso de buscarle un retiro dorado para que descanse. ¡Será para que no cuente las miserias que sabe!.
Son demasiados los casos de personas que, después de una infinidad de circunstancias que harían dimitir al más pintado, todavía esperan a que alguien les regale una vida cómoda “en pago a sus servicios”. Pero lo más triste es que ni ellos mismos son capaces de saber el perjuicio que nos ocasionan a todos los demás. Por tanto, no debería causarnos extrañeza que nos “ninguneen” a nivel nacional, que nos discriminen en inversiones e infraestructuras y que no tengamos capacidad de hacer valer nuestros intereses. ¡Cómo van a exigir los que tienen que esconder su cara por vergüenza si el que está por arriba pueden recordarles todas sus hazañas!.
Aquí tenemos la explicación aunque no podamos hacer la evaluación del coste. En conclusión, lo que estamos pagando en esta Comunidad, en esta Provincia y en está Ciudad, es el precio de la corrupción mantenida, tolerada, consentida y permitida por unos y otros. El político, el empresario, el ciudadano que consiente, tolera y mira hacia otra parte, cuando las corruptelas están enquistadas en nuestra sociedad, termina siendo cómplice del corrupto y, por tanto, contribuye al agujero negro que nos sigue tragando. Por eso no todos nos quejamos, porque algunos tienen claro que nunca han contribuido con nada que no hubiesen poseído inmerecidamente.
Hagamos un ejercicio de responsabilidad. Ayudemos a todos estos indeseables a encontrar la puerta de salida, a sacarlos de nuestras administraciones, para poder recuperar la estabilidad económica e institucional, que nunca deberíamos haber perdido. En caso contrario todos seremos responsables del precio que pagamos y de la deuda que aún queda y no llegamos a conocer, perdiendo las oportunidades que otros sabrán aprovechar en detrimento de nuestros intereses. Ellos no encontrarán nunca la salida, creen que están ahí eternamente, por eso, incluso los que tienen su mandato limitado, se apresuran a cambiar las normas, para convertir las instituciones en su coto privado de caza, de por vida a ser posible.