Que poco honor hace este alcalde a su apellido
Casi desde el primer minuto vi con claridad que este periodo administrativo iba resultar harto complicado. Aun así, antepuse mis dudas y temores, e incluso las presiones de mi propio partido político, a los intereses de mi pueblo, Numancia de la Sagra.
No es nada fácil tomar la decisión de dedicar unos años de tu vida a intentar aportar tu propio granito de arena al honorable intento de mejorar las cosas que pasan a tu alrededor y contribuir a un mejor bienestar de todos tus vecinos. La política, o mejor dicho los políticos, somos a día de hoy y según todas las encuestas, uno de los principales problemas para la sociedad. No me extraña lo más mínimo, mi propia experiencia así me lo está demostrando.
Empecé esta Legislatura rebosante de ilusión y con un acta de concejal debajo del brazo, gracias por supuesto al inmenso apoyo que tuve por una importante cantidad de mis vecinos. Dos son los disgustos morrocotudos que me he llevado en estos largos primeros dos años, pero como ya dijo Charles Dickens “cada fracaso enseña al hombre algo que debía aprender”.
Fui capaz de asumir la inmensa responsabilidad de contribuir a la estabilidad del equipo de Gobierno de mi ciudad, aun a sabiendas de que eso podría costarme un toque de atención. Fue mucho peor, significó mi primer gran engaño. Ciudadanos, el partido al que pertenecía, primero me dijo una cosa y luego hizo la contraria. Me permitieron entrar en el Gobierno y después me expulsaron del partido convirtiéndome en No Adscrita. Hoy, vistas las innumerables incongruencias y cambios de rumbo ideológicos, no tengo palabras suficientes para dar las gracias. Ojalá pronto todos los españoles se den cuenta del engaño tan grande que significa esta formación naranja, o más bien colorada, que es como se nos queda la cara a todos los que conocemos sus entresijos.
El segundo ha sido peor todavía, me ha costado incluso parte de mi salud. Pero a día de hoy también lo veo, desde lontananza, como una tabla de salvación, aire fresco que sólo se percibe cuando abandonas la presión de las ramas para ver lo grandioso del bosque desde las alturas. No ofende quien quiere, sino quien puede, y estos incapaces vividores que mal conducen el porvenir de Numancia, no pueden.
Hoy tengo que leer, blanco sobre negro, un artículo en el que nuestro débil alcalde, que sólo tiene de fuerte el apellido, reconoce su infinita incapacidad de gestionar nuestro maravilloso pueblo, responsabilizándome a mí de que la Cuenta General no se apruebe. No quiere por tanto reconocer ni explicar cómo y porque se ha llegado a esta situación. No nos habla el bueno de Miguel Ángel de sus continuos incumplimientos, su falta de transparencia en la gestión y el ninguneo al que me ha sometido durante dos largos años. Prefiere hacerme culpable de su propia incapacidad.
Hay dos cosas que me apetece citar entre estas líneas. Primero pedir disculpas al resto de concejales de la Corporación por la falta de consideración de nuestro primer edil al descartarlos como candidatos a aprobar este importante documento. Al parecer, la debilidad de este señor soy yo hasta tal punto que su obsesión no le permite ver la realidad de una Corporación de 11 ediles.
Lo segundo, querido Miguel Ángel, quería darte las gracias por hacerme esta gran campaña casi de manera gratuita. No me había planteado hasta ahora si volver a presentarme o no a la reelección, pero después de verificar tu manifiesta incapacidad política, el desastre de gestión al que nos estás abocando, tu nula transparencia que imagino puede acabar en los Tribunales y tus constantes incumplimientos para con el pueblo que confió en ti, no me dejas otro camino que volver a intentar, esta vez con mucha más fuerza y experiencia, presentarme a la alcaldía de mi pueblo, convencida de que esta vez nuestros casi 5.000 vecinos habrán podido certificar quien es quien en esta guerra de insensateces.
Hazte un favor, olvídate de ésta concejal y céntrate en no seguir destrozando el prestigio y la imagen de este maravilloso pueblo que no te merece.