Los números no mienten. Los que trabajan con ellos, sí
Un compañero decía que el truco para que una persona no te entendiera era hablarle de leyes y cifras. Y por lo visto no se equivocaba. Hay algunos que no quieren que sepamos qué se está haciendo con nuestro dinero.
Los periódicos nos cuentan, para sorpresa de muchos, que el paro ha bajado. Y con los datos en la mano no es mentira del todo. Los números no mienten. Pero los que trabajan con ellos, sí. Si con la reforma laboral se despide a miles de trabajadores con antigüedad y después se contrata a otros cobrando menos de la mitad y con peores condiciones laborales, baja el paro. Si una buena parte de las personas desempleadas se exilia al extranjero, baja el paro.
Pero al final de la corrida, ¿hay más personas trabajando que antes? ¿Se aumenta el nivel adquisitivo de los ciudadanos de a pie? ¿Hay mayor estabilidad y seguridad en las familias, no sólo para reactivar la economía, sino para tener una vida digna? Todos sabéis la respuesta. Lo sufrís en vuestras propias carnes.
Es absurdo pensar que el objetivo de la Reforma Laboral no era precisamente reducir los salarios y hacer más precaria la situación de los trabajadores para evitar que se defiendan. Nos crean el problema y luego quieren ser los salvadores. Como con la propuesta de invertir un montón de millones en un plan de empleo juvenil.
Lo que quiere el gobierno es dividir a los ciudadanos por edades, como si la necesidad se pudiese valorar por los años que tienes. ¿No tienen también derecho a trabajar los mayores de 50 años? Por lo visto no. Ni siquiera a recibir prestaciones, pues las han eliminado.
Y no nos engañemos, por muy buena intención que parezca tener el plan de empleo juvenil. ¿Beneficia al joven que será becario por cuatro duros hasta que cumpla 30 años y se vaya a la calle sin derecho a nada? ¿O beneficia al gran empresario que consigue empleados más baratos y que encima obtiene deducciones fiscales?
Llega un punto en el que nos tratan por tontos y ni se molestan en disimular. Como el señor del PP que dijo que más valía trabajar por 400 euros que nada. O el ex presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, que decía que teníamos que trabajar más y cobrar menos para salvar España. ¿Sabemos dónde está ahora? En la cárcel por trabajar poco y robar mucho, como los buenos “patriotas”.
Y que nadie me malinterprete. No digo que ésta sea la política del PP. Hablemos claro. Es la política de la derecha europea que nos gobierna y a la que Rajoy obedece a pies juntillas. Si ser europeo consiste en aceptar de Alemania rebajas de salarios, la destrucción de la educación y la sanidad o la pérdida de la jubilación, habrá que pensar si nos conviene estar en la comunidad europea.
Si quieren que seamos europeos, primero que repartan el empleo y nos igualen las condiciones laborales a las de los trabajadores europeos. Salario mínimo de 1100 euros, no de 462. Jornada de 35 horas, no de 12 a precios de miseria. Jubilaciones a los 60 años, no a los 70 mientras los jóvenes miran al cielo. Y, por supuesto, nada de horas extras cuando hay personas en el paro.
Mientras tanto, que no nos cuenten la milonga de que somos europeos, de que el paro ha bajado o de que se preocupan por los jóvenes. Ni con sus leyes y cifras pueden disfrazar que ellos cada día son más ricos y nosotros más pobres.
