La mejor solución para el Mercado Central
La realidad es muy tozuda por mucho que se intente disimular y, desde luego, nadie puede negar que el Mercado Central ha sido la vergüenza de la gestión política de las dos últimas legislaturas, con posturas de ida y vuelta, argumentos retorcidos y muy poca tendencia a la colaboración. Una década de tiras y aflojas sin llegar a un consenso deberían hacer sonrojar a más de uno, un poquito más si cabe a aquellos que fueron cambiando de postura a merced de los vientos de poniente, muy activos estos días, y a los que buscaron escudos patrimoniales cuestionables para rescindir unilateralmente contratos que, si ningún juez lo remedia, hará que la concesionaria se vaya de Elche con una buena cantidad de dinero sin tan siquiera haber movido un ladrillo.
La Diputación Provincial va a construir un magnífico Palacio de Congresos en Elche, pese a las dificultades que dice encontrar en los responsables municipales, y lo va a situar a ochocientos metros del actual. Hete aquí que el destino nos ofrece una fórmula ideal para desbloquear una situación de duplicidad dotacional con dos centros congresuales que ofrecerán el mismo servicio por lo que servidor destinaría el actual a crear allí en Nuevo Mercado Central, puesto que reúne todas las condiciones que puedan sortear los inconvenientes que han supuesto las batallas campales de la última década: Tiene un moderno y amplio parking subterráneo, una explanada peatonal enorme, fácil acceso y salida y además está en pleno centro. No se me ocurre mejor ubicación para un Mercado Central, como lo tienen Valencia o Barcelona que lo han utilizado para dinamizar sus centros históricos.
Si esta sencilla propuesta prospera, la ladera del río podría recuperar su estado natural y devolver a los ilicitanos un espacio entrañable desterrando para siempre el marmotreto que, por mucho que readapten los planes parciales de ordenación urbana, no tiene cabida en una zona verde tan fotogénica para los ilicitanos y que antiguamente “era zona inundable y peligrosa” y se ve que con la escasez pluviométrica ha cambiado la catalogación. ¿Y qué hacer con el viejo edificio de abastos? Pues la respuesta es muy sencilla, con un pequeño proyecto de remodelación podríamos tener un edificio semiabierto, como se hizo con La Lonja, destinado a actividades culturales, teatro, exposiciones, conciertos y ese tipo de actividades que unido a la magnífica oferta gastronómica de la zona convertiría la Plaza de las Flores en un enclave único y agradable para los ilicitanos, por supuesto los baños árabes con un suelo pisable de cristal que nos diera un elemento cultural más integrado en la ciudad y no una barrera artificial que es lo que hay actualmente.
Es mi pequeña aportación a un problema al que no han sabido darle solución alguna en el tiempo y que si no hay consenso, me temo que unos acabarán quitando lo de otros, y aquellos demandando a lo de los unos. Que Dios nos pille confesados o que los ilicitanos sepan dar con el camino acertado de una buena gestión.
