Jesús, esperanza para el mundo
Recién comenzado el año imploro la bendición de Dios para todos y cada uno de los lectores. Que el nuevo año sea un tiempo de gracia de Dios, un año de renovación espiritual y de prosperidad material, y un año en que reine la paz en vuestro corazón, en vuestras familias y en nuestra sociedad. Que las guerras den paso a una paz justa y duradera. Y que en este Año Jubilar se reavive en cada uno de nosotros la esperanza. Para ello hemos de fijar nuestra mirada en el Niño-Dios, que nace en Belén. Él es el príncipe de la paz, la luz que ilumina nuestros caminos y la esperanza que no defrauda.
En la noche santa de Navidad nace en nuestra carne el Hijo de Dios, el “sol que nace de lo alto” (Lc 1, 78). El Hijo de Dios viene a nuestro mundo para disipar las tinieblas del mal y de la muerte. Jesús es “la luz verdadera, que viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9). Él ilumina el origen, la existencia y el destino de todo hombre y mujer. Somos hechura de Dios, creados por amor y para el amor de Dios sin límites. El Hijo de Dios, asumiendo nuestra naturaleza humana, da a cada hombre y cada mujer una dignidad infinita que nada ni nadie le puede quitar; él da sentido y profundidad a nuestra existencia terrenal; él viene para sanarnos y salvarnos, para hacernos partícipes de la gloria de su inmortalidad. Jesús es nuestra esperanza.
El seis de enero celebramos la fiesta de la Epifanía del Señor, más conocida como fiesta de los Reyes Magos. Epifanía significa ‘manifestación’. En la noche de Navidad, Jesús se manifestó en Belén como el Mesías y Salvador a los humildes pastores de la región; hoy se manifiesta como la luz y la esperanza para todos los pueblos, de todo tiempo y lugar. Los Magos, que llegan de Oriente a Jerusalén guiados por una estrella buscando al ‘rey de los judíos’ (cf. Mt 2, 1-2), representan a las primicias de los pueblos atraídos por la luz de Cristo. En Jesús, en aquel niño frágil y humilde, reconocen al Mesías esperado y buscado. Estos tres hombres representan a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que buscan a Dios, que cruzan mil penalidades y, al final, lo encuentran. En cuanto divisaron la estrella, se pusieron en camino. Es la nostalgia de Dios, de luz, de esperanza, de amor y de vida que todo hombre tiene en lo profundo del corazón.
Los Magos se pusieron en camino y encontraron al Mesías. Es el camino del hombre humilde y honesto que busca el sentido de la vida, la felicidad y la esperanza que no defrauda, porque va más allá de las esperanzas inmediatas. Este camino no está exento de dudas y de oscuridades. Pero es un camino que, cuando el hombre es sincero consigo mismo y se abre a Dios, llegará al portal de Belén y se encontrará con ese Dios, hecho carne, que lo ama, lo espera y le da luz y esperanza.