¿Tú eres agricultor porque eres pobre?
¿Sector primario o sector olvidad?
¿Tú eres agricultor porque eres pobre?, me dispara a bocajarro la hija de 10 años de mi amigo Miguel.
Vaya, las sensaciones que durante estos últimos tiempos me vienen rondando se van confirmando. La diferencia entre el mundo rural y el urbano se ensancha a una velocidad que se acelera progresivamente. De nada me sirven mis estudios universitarios de ingeniería, ni el haber tecnificado en lo posible mi explotación ni los cursos de adaptación a todas las exigencias de la PAC. A estas alturas de siglo XXI los agricultores no solo somos una especie en extinción, sino que además mantenemos el sambenito de ser personas de cultura justita y no preparadas para otros trabajos de mayor exigencia académica. Y encima tenemos que oír frases cómo que somos todos unos fachas además de unos explotadores y que vivimos de las subvenciones.
El presupuesto comunitario ciertamente se destina en un gran porcentaje a subvencionar el sector agrario. A cambio estamos obligados a cumplir una serie de requisitos que con cada renovación de la PAC nos van apretando las clavijas consiguiendo entre otras cosas que cada vez más gente abandone el sector. Historias como la digitalización de la explotación o la obligación de cumplir unos mínimos muy exigentes, sumado a rentabilidades muy bajas incluso a pérdidas en según qué sectores y al hecho de ver cómo no competimos con las mismas armas con productos provenientes de terceros países, es más, como se manosea la soberanía alimentaria en detrimento de suculentos contratos de carácter industrial con esas otras economías, hacen que la agricultura y la ganadería en Europa hayan pasado a ser destinos no deseados por la población trabajadora.
No nos engañemos, incluso en condiciones de mejor rentabilidad de las explotaciones es muy difícil que gente proveniente de otros sectores se incorpore al sector primario. La incertidumbre en las cosechas, acelerada por el cambio climático, y la relativa dureza del trabajo hace que en un mundo cada vez más acomodado y en el que se prima menos el emprendimiento, poca gente se lance a comenzar una aventura tan exigente como ilusionante cuando las cosas salen bien. No conozco a nadie que no provenga del sector que haya montado su propia explotación y en cambio cada vez son más los hijos de agricultores y ganaderos que abandonan la de sus mayores.
En un mundo en el que se nos llena la boca de ecología y de sostenibilidad y de “lo bonita que es la naturaleza” pocos son los que están dispuestos a seguir con nuestro legado. Desde la ciudad se nos acusa de contaminadores y de malgastadores de recursos. Poca gente tiene en cuenta que los agricultores y ganaderos aparte de producir alimentos se dedican a mantener unos ecosistemas naturales que de otra manera serían muy diferentes y cada vez es más la población que abandona el mundo rural para irse a la ciudad ensanchando la grieta entre ambos mundos. Consideran que toda la agricultura es super intensiva cuando a día de hoy el 75% de la superficie de cultivo sigue siendo de secano y cuando la inmensa mayoría son explotaciones familiares.
Las grandes distribuidoras, los supermercados a los que acudimos diariamente, han elevado los estándares de calidad, reeducando de paso a los consumidores, a unos niveles en los que producir es mucho más caro, las frutas y verduras deben ser perfectas con lo que los destríos son muy grandes y mucho de ese producto acaba en vertederos por no tener la calidad que las empresas demandan, hecho éste que reduce mucho nuestra rentabilidad aumentando los gastos en agua, fertilizantes y plaguicidas.
Los sindicatos mayoritarios nos consideran empresarios y por tanto no estamos bajo el paraguas de sus oraciones. Nadie tiene en cuenta que echándonos de nuestro primitivo modo de vida favorecen el desembarco de las grandes fortunas y de los temidos fondos de inversión. En unos años la superficie agraria será de cuatro grandes propietarios y, tal vez, en ese momento nos demos cuenta de la situación a la que hemos llegado, cuando por desgracia ya sea tarde.
Considero que nuestras reivindicaciones son justas y lamento los problemas que podamos ocasionar a terceras personas, pero es el momento de salir a la calle y hacernos visibles. Orgullosos de donde venimos, seguiremos peleando por mantenernos en este mundo por mucho que nos cueste y por muy difícil que nos lo pongan.