Elecciones, mejor cada año que cada cuatro
Estamos en periodo pre-electoral. Todos los gobiernos, el de la nación, los autonómicos y los municipales, incluso estando en funciones, se emplean con denuedo, profusión y urgencia en legislar “por decreto”. Pueden haber consumido meses y meses de su mandato entretenidos en la defensa de bizantinas y hasta quiméricas causas del mínimo interés social, aunque de interesado rédito publicitario. Pero ahora, percibido el ciudadano en el horizonte electoral, esperando el momento de elegir la papeleta de su voto, se afanan en proclamar ventajas, ayudas, bajadas de impuestos, respuestas a reivindicaciones, proyectos de obras, inversiones millonarias, etc, etc.
¡Bendito tiempo este, en el que vemos a nuestros políticos volcados en el interés general y en poner soluciones a los problemas reales del país y de los ciudadanos! ¡Bendita la hora, en que han dejado caer en el olvido las veleidades ideológicas y los disparates revanchistas, tan prolijos como inútiles para el progreso del país!
Una vez más se cumple la famosa afirmación de William Randolph Hearst, el célebre periodista, editor, publicista, empresario, inversionista, político y magnate de la prensa y los medios estadounidenses: “Un político hará cualquier cosa por conservar su puesto. Incluso se convertirá en un patriota”. Revisando su biografía, él mismo puso en práctica esta máxima, valiéndose de generar escándalos y de la manipulación mediática, para lograr que sus intereses comerciales y políticos se viesen beneficiados. Y para desgracia de nuestro país, interviniendo para provocar la guerra hispano-estadounidense y sus periódicos fuesen los que publicasen las primicias. Guerra que en 1898 causó a España la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, nuestras últimas colonias de ultramar. Así, Hearst se convertía en un patriota y su historia, plena de ambiciones y acciones tan despóticas como arbitrarias, sería llevada al cine por Orson Welles, con la afamada película Ciudadano Kane.
En nuestro caso, contando con el “patriotismo” tan magnánimo que generan los periodos electorales en nuestros actuales políticos, si optamos por el egoísta interés personal e inmediato, hemos de reclamar que las elecciones pasen de celebrarse cada cuatro años a que se produzcan anualmente. Así la plétora de “decretazos” será más fluida y los electores, mimados y halagados por nuestros gobernantes, todas las semanas disfrutando de “viernes sociales”, podremos vivir con el mayor confort en el mejor de los mundos posibles.
Sin embargo, a nosotros, a la profesión de Enfermería, no nos llega la onda expansiva de esta realidad, ese pan nuestro de cada viernes no es para las enfermeras, ni a nivel nacional ni tampoco en el ámbito autonómico. No sabemos si en el tiempo que resta hasta las elecciones autonómicas en la Comunidad Valenciana tendremos decretos que nos lleven a ver cumplidas algunas de nuestras reivindicaciones profesionales, pero lo cierto es que en los últimos tiempos solo dos noticias han intentado alegrarnos un poco los oídos, sin llegar a conseguirlo.
Una de ellas, el proyecto de decreto para regular la acreditación de enfermeros y enfermeras para el uso y la autorización de la dispensación de medicamentos. Viendo las formas en que se pretende llevar a la práctica, la logística elegida no nos parece la más adecuada para alcanzar el objetivo previsto.
La otra noticia, el anuncio de contratar a 54 especialistas en Enfermería Familiar y Comunitaria a lo largo del mes de marzo, eso si, sin definir perfiles competenciales ni catalogación de puestos de trabajo, más bien pensamos que traerá mayor confusión y frustración a la ya existente que una ganancia en calidad asistencial compensada y en términos de prestación de cuidados.
En definitiva, muy poca cosa para una profesión con tantas necesidades por cubrir y en la que buena parte de nuestros esfuerzos se centran casi más en tratar de no perder que en conseguir.
Para el colectivo de Enfermería, las prisas electorales suelen ser malas compañeras de viaje, ya que las pretensiones que habitualmente persiguen se encaminan más a captar la atención que a solucionar problemas y, claro está, luego vienen las decepciones.