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Por Nacho Torre-Marín Comas, concejal no adscrito de Torrevieja
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Carriles y pesadillas...del PP

    Ya no sé si es por el calor de las noches tropicales que estamos teniendo o por el par de artículos que he leído en la prensa estos días pero esta noche me desperté de una pesadilla sudando y con taquicardia, que, afortunadamente, se me pasó rápido al comprobar que solo era una pesadilla, un sueño que no podría hacerse realidad sin una consulta previa a la ciudadanía, sin un nuevo Plan General de Ordenación Urbana consensuado y actualizado con las leyes vigentes en 2022 y no el del año 2000 al que el partido popular le sigue haciendo modificaciones para evitar las normas que rigen en el resto del país.Y sobre todo, cuando el desdoblamiento de la N332 sigue sin ejecutarse.

    En el sueño, cómo si de un viaje astral se tratase, yo volaba sobre la costa torrevejense, desde el Acequión al final de la Playa del cura y no podía dar crédito a lo que estaba viendo…

    Las altas torres Baraka se habían tragado el Parque de Doña Sinforosa que se había convertido en una zona pavimentada con cinco arbustos mal distribuidos. Los enormes árboles de los que la ciudad se había beneficiado durante muchas décadas y que habían conformado un pulmón verde importante en la zona, se habían talado para dar vistas al mar a los apartamentos turísticos en los que se habían convertido las torres, gracias, de nuevo, al cambio de normas y legislación aprobadas por el partido en mayoría absoluta.

    El antiguo intercambiador de autobuses de Las Eras de la Sal donde se habían encontrado restos arqueológicos que se consideraron de importancia en un principio, dejaron de tenerla para propiciar el nuevo cuadro urbanístico de la zona para satisfacer las necesidades y compromisos adquiridos con la red empresarial que apoyó tanto las torres como los comercios del nuevo puerto sin tener en consideración ni el daño medioambiental ni el efecto que tendría sobre los negocios del centro de la ciudad solo a tres calles de allí.

    El paseo Vista Alegre ya no era tal, se había convertido en cuatro carriles llenos de vehículos atascados. Las palmeras centenarias y la vegetación de la antigua mediana que de algún modo refrescaban el ambiente y adornaban la costa habían desaparecido totalmente para dar paso al gris y al calor del asfalto lleno de humos intoxicantes de los coches intentando , algunos, llegar al aparcamiento subterráneo que había en el nuevo Centro Comercial creado en la zona portuaria de la Generalitat y otros, intentando salir de la ciudad, hartos de atascos y masificación pero que no encontraban la salida fluida que el Consistorio había planeado: tres calles independientes de salida, de un solo carril, que sí o sí se veían bloqueadas continuamente.

    Una rotonda de proporciones desmesuradas era la entrada al nuevo e inmenso intercambiador de autobuses, localizado en la zona de las pizzerías y la famosa “casita azul” que, hasta su derribo, había tenido varios usos a lo largo de los años (Policía, Información Turística, y Concejalía de extranjería, entre otros)

    Desde el aire podía divisar a lo lejos las nuevas y altísimas torres de la Curva del Palangre, otra faraónica obra apoyada por el consistorio que se había llevado a cabo unos años antes pero que, por desgracia estaban en desuso desde el terremoto que asoló la ciudad tres años después de su construcción y que demostraron la falta de previsión del ayuntamiento y la constructora en cuestión que no cumplió con la normativa estatal de seísmos.

    El resultado era espantoso y la población estaba indignada por el destrozo y derribo de lo que un día fuese una villa de pescadores que por la avaricia de unos pocos, se perdió para muchos

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