Caos citrícola
El naranjo, cultivo por excelencia de la provincia de Alicante, que ocupa más de 15.200 has y sustenta a numerosas familias del ámbito rural, agoniza. El precio de venta en campo se sitúa por debajo de los costes de producción campaña tras campaña y así, no hay quien subsista. Ante esta situación y no pudiendo hacer frente a los gastos, muchos empresarios agrícolas se están viendo obligados a arrancar o abandonar sus frutales.
¡Que sí, que los mercados mandan, pero también contamos con instituciones que deben demostrar su valía! Pero no, nos hacemos los tontos cuando vemos que importan millones de toneladas de cítricos que saturan la oferta y no cumplen las mismas normas de seguridad alimentaria. Exigimos que no se permita la entrada de productos de Terceros Países hasta que no se hayan comercializado los nuestros. Así lo hace, por ejemplo, EEUU, pero, en la Unión Europea, no nos hacen caso. Sólo les interesa poner cánones y proteger las producciones de los países más ricos como Alemania. ¿Alguien me explica por qué la agroalimentación, tan básica y necesaria, no se protege y sí se grava la importación de coches? Acabáramos…
La naranja siempre se ha asociado a la salud, a la prevención de resfriados y otros procesos gripales que se extienden cuando las temperaturas bajan. Hoy, parece que nos decantamos por las mandarinas. Pues bien, no deberíamos prescindir de los zumos de naranja, por lo que aquí encontramos una nueva tarea en la que la administración también puede actuar. De hecho, debería impulsar una campaña de promoción mundial para incentivar su consumo. Nuestras naranjas, como la Navelina, tienen la mayor calidad del mundo y están al borde de la extinción. ¡Hay que actuar deprisa!
Sigamos. El veto ruso, que ya anunciamos que no iba a tener tanta incidencia como alarmaron, es otro de los problemas a los que están haciendo frente algunos empresarios agrícolas. Los que se han visto afectados, no han visto ningún tipo de ayudas. Está más claro que el agua. Siempre que hay algún tipo de crisis, los empresarios agrícolas pagamos el pato y todas las subvenciones se destinan a las entidades más fuertes que tienen capacidad para etiquetar, comercializar,… ¡No es justo! Una vez más vemos cómo nos perjudican distintas situaciones que nada tienen que ver con nosotros y que los mecanismos que aprueban, nunca van destinados a quienes trabajamos a píe de campo.
Por supuesto, los problemas de la cadena alimentaria son otras de las penosas causas que explican la deflación de los valores en origen. Hace poquito tiempo que el Ministerio de Agricultura ha publicado dos reglamentos, destinados a sancionar a los compradores que cometan abusos, entre otras premisas. Con la ley, ha anunciado que pretende acabar con los abusos que se producen contra los productores este mismo año y nosotros lo aplaudimos, pero pedimos que no todo quede en bonitas palabras. Es absurdo que un kilo de naranjas valga pocos céntimos en campo y que los consumidores tengan que pagar alrededor de un euro por adquirirlas. El producto lo hemos conseguido nosotros. No se le ha tenido que pegar ninguna pieza después, ni que realizar ninguna modificación. Entonces, cómo explican los incrementos. Carece de cualquier sentido o justificación, recurran a tergiversaciones absurdas… o no.
La crisis del fruto se agrava cada vez más, ya que los costes de producción aumentan cosecha tras cosecha. Ahora, se paga más luz, más Seguridad Social, más por el abono y por todo. Por ello, nuestra Conselleria de Agricultura también debe liderar un plan que permita ordenar el mapa citrícola. Tiene que establecer las variedades que puedan tener mejor salida en los mercados y potenciar su implantación.
Aún estamos a tiempo de ayudar a la naranja y, desde ASAJA Alicante, anunciamos que estamos dispuestos a todo e, incluso, a cortar carreteras o parar trenes si es necesario. Nuestro cítrico, de excelente calidad, debería ser un fruto muy preciado y valorado o matarán a la gallina de los huevos de oro y todos pagarán las consecuencias. Sucederá como con el limón, que ahora alcanza precios razonables, cuando antes eran ínfimos. Si una persona no obtiene lo suficiente como para mantener su campo, no le queda otra: lo abandona, la oferta cae y los precios se disparan. ¡Pensémoslo todos! Al fin y al cabo, estamos hablando de alimentación y, en concreto, de un fruto muy nuestro, que es depurativo, antioxidante, desinfectante y microbicida. ¿Pudiendo hacerlo, qué más necesitamos para salvar nuestra citricultura?