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Por Jesús Montesinos
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El turismo ya no es lo que era

    Dicen los voceros al uso que este puente ha sido un milagro para el sector turístico, con llenos en la costa mediterránea (Benidorm) y el interior (turismo rural) hasta de un ochenta o cien por cien. Con la simpleza con la que se abordan las declaraciones políticas en este país y tal como se recoge en los titulares, ya tenemos brotes verdes en forma de puentes festivos. El hambre por ganar confianza hace olvidar que con tres noches a treinta euros no pagas ni la señora de la limpieza que mañana tendrá que volver a poner a punto los apartamentos.

    El turismo hace muchos años que dejó de ser un sector económicamente rentable, sumergido por los grandes beneficios que aportaban la construcción y la venta de apartamentos. El negocio de los últimos años no eran los turistas sino la venta de apartamentos o el suelo donde debía levantarse un PAI con campo de golf incluido. Cuando ha desaparecido el ladrillo, el turismo vuelve a la triste realidad de los ochenta. ¿Por qué pagar más por algo barato? Turistas de las tres P: pizza, paseo y pipas.

    Desde hace veinte años, cuando Marina D’ Or o en la población de Torrevieja regalaban apartamentos en el 1, 2 3, el turismo ha registrado una creciente inversión en capital físico y una decreciente entrada por gasto medio de turista. Todo lo invertido en Marina D`Or por bancos, cajas, ayuntamientos o inversor privado (apartamentos, agua, hoteles, potabilizadoras, carreteras, balneario, basuras….) es imposible recuperarlo a treinta o cincuenta euros la noche.

    Pero cito Marina como ejemplo. También es el caso de Torrevieja, La Manga, Málaga, el hotel Bali de Benidorm o las casas rurales de Asturias o el Maestrat (Teruel-Castellón-Tarragona). Era negocio cuando la inversión en capital físico corría parejo con los gastos del turista agosteño, al modo de Verano Azul. Pero el turista bajó en su cualificación y volumen de gasto mientras aumentó la inversión en capital físico sin valor añadido para el cliente. El negocio fue construir; no gestionar el turismo. Una inversión en suelo, ladrillo y todo el entorno nunca se recupera del gasto del turista, pero se convierte en un negocio financiero. El turista era un cliente en cuanto quería ser propietario. Construyes, vendes, construyes, vendes y así, sin que el turista tenga valor porque no tiene precio. Hasta que, obviamente, hay que volver a la simplicidad del principio empresarial.

    Y lo mismo ocurre con las casas rurales. Si no cuentas el valor de la propiedad, ni la mano de obra para acicalarla, ni las horas del carpintero, que es un primo hermano, puede ser un negocio decir que la ocupación es del ochenta por ciento. ¿Qué posibilidades reales tiene de perpetuarse este negocio? Ni este ni el Hotel Bali ni Torrevieja. A treinta o cuarenta euros la noche no pagas ni la limpieza de las toallas. Y solo medio llenas los puentes y agosto.

    En el interior de Tarragona ya han empezado a darle la vuelta a la tortilla: oferta de buena calidad, de escaso coste, mucho valor añadido por el entorno y el servicio y ciento cincuenta euros la noche. Es el ejemplo de Malta, Croacia, Ibiza y Sotogrande. Volver el negocio del turismo al turista. El sol y la playa siguen estando donde estaba, pero desaparece el ladrillo y la propiedad y aparece el valor añadido suficiente para cobrar lo que es rentable con arreglo a la oferta. Tengo por seguro que clientes no faltarán.

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