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Por Jesús Montesinos
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El síndrome de la madrastra de Blancanieves

    La empresa Tissat presentó esta semana en la Universidad de Castellón el edificio para un Data Center llamado Walhalla (Wagner: la entrada de los dioses), que actuará como centro tractor para la generación de empresas TIC en la Comunidad Valenciana y abaratará los costes tecnológicos de las industrias tradicionales. Al acto asistieron parte de las fuerzas vivas, las muertas y las moribundas de Castellón, pero solo algunos percibieron que pese al diseño futurista del edificio y la construcción sostenible (Lubasa) aquello es algo más que una infraestructura de cemento.

    Quienes solo vieron el cemento, los empleos o los ordenadores actuaron como quienes solo ven agua y plantas en el Parque Central en Valencia, que es la ilusión testamentaria de la alcadesa Rita Barbera. Están aquejados por lo que se llama el síndrome de la madrastra de Blancanieves, que solo se miraba en espejo para que le dijeran lo guapa que era. Ese síndrome nos tiene paralizados porque no asumimos que lo de Tissat o lo del Parque Central (propuestas tan distintas) encierran una alternativa económica nueva, fuera de las inversiones que ahora están en almoneda por ruinosas.

    El síndrome de la madrastra lo sufren fundamentalmente los políticos al uso en la Comunidad Valenciana. Los líderes deben anticiparse a los acontecimientos y aquí solo estamos pendientes de que el espejo nos repita que éramos los más guapos. ¿Por qué la insistencia del Consell en la solvencia de Bancaja y la CAM cuando los datos que las mismas entidades ofrecen indican cual es su agujero financiero? No queremos una respuesta negativa por parte del espejo. ¿Por qué Alarte, Luna o la oposición en general se bunkeriza en el discurso ético sin enfrentarse a la imagen de perdedores que les devuelve el espejo?

    Anticiparse a los acontecimientos es valorar la cifra de parados, estancada en 575.700 porque no hay dinero para generar empleo y porque todas las inversiones posibles se van a tapar el agujero financiero privado y público (26.300 millones en inmobiliario del SIP de la CAM). Si no se libera ese apalancamiento nunca habrá inversión ni consumo. Pero el síndrome de la madrastra no nos deja aceptar que somos feos. Por eso vemos lo de Tissat como un edificio de cemento y el Parque Central como un jardín para ofrendar nuevas glorias a España. Estar en Facebook o tener una web ultramoderna no es estar en la economía del conocimiento.

    El Data Center Walhalla debería ser el arranque de la industria del conocimiento en todo el norte de la Comunidad Valenciana, con una presión institucional a los operadores de telecomunicaciones para que alivien la sombra en fibra óptica. Los cubos de la Innovación en Sitxes o el Málaga Valley son inversiones públicas con un retorno magnífico a medio plazo. Aquí Tissat se pone como empresa tractor , pero institucional y empresarialmente todo queda en un edificio sostenible, aunque el Consell y el ministerio hayan financiado una parte. ¿Cuántas empresas de la zona de influencia van a modificar su planteamiento productivo a partir de los recursos tecnológicos que facilita tener el Data Center en la UJI? A lo mejor ni la propia UJI, aunque el patrocinador de la instalación sea ESPAITEC.

    Como el Parque Central. Agua y jardines no son suficientes para justificar la millonaria inversión. Un vergel ya no es un fin en si mismo. Pero si que puede ser un parque empresarial con valor añadido a hora y media de Madrid. Solo que hay que dejar de pensar como la madrastra de Blancanieves y valorar la eficacia de las flores como industria de servicios.

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