Incendios políticamente incorrectos
Hace muchos años los bosques eran un negocio. Un buen negocio. Más tarde, cuando la madera y la pinocha dejo de ser interesantes contablemente, en muchos municipios se estableció el llamado “salario de la villa” que permitía pagar jornales para limpiar bosques, hacer cortafuegos y adecentar caminos rurales. Todos los del pueblo contribuían a sufragar esos jornales porque los bosques en España son mayoritariamente privados.
Pero la proletarización del campo trajo consigo que pronto ya no hubo nadie que quisiera la dura tarea de subir al monte. Y proliferaron los incendios en los años ochenta, excepto en aquellos municipios en los que el bosque es patrimonio comunal y sus beneficios recaen sobre sus habitantes. El bosque es la industria local, como en otros lugares es el golf.
Con el desmadre económico de los últimos años aquí todo el mundo ataba los perros con longanizas y prevenir los incendios se convirtió en una tarea para bomberos profesionales. No había manos para cuidar el monte. Pero ahora llegaremos a un veinte por ciento de parados de todo orden y condición, que en gran parte solo se limitan a recibir cada mes el subsidio correspondiente. ¿No podrían realizar tareas sociales por ejemplo limpiando bosques?.
No le quitarían el empleo a nadie. No sería una industria productiva ni con I+D+i, pero evitarían gran parte de los incendios de bosques que forman parte del turismo sostenible. Lo malo es que esto cuestiona el teórico principio del Estado del Bienestar a la española, en el que el gasto no debe ser productivo. ¿Pero son más admisibles estos incendios? Por eso los incendios son políticamente incorrectos.
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