Las heridas del poder
¿Si el poder tiene tanto riesgo por qué todos quieren tenerlo? Obviamente porque el poder desgasta al que no lo tiene y por eso es mejor el riesgo de tenerlo que el menosprecio de ser ajeno. Y el poder no sólo es una cuestión política. La pasión por el poder está en el amor, la empresa, el control del tiempo y el espacio, en la religión, en el sexo y en cualquier juego que practican los niños más pequeños. Cuando un bebé llora exterioriza su forma de ejercer el poder.
¿Pero tanto es su atractivo que provoca la ansiedad, el estress y hasta peligro de muerte? José Antonio Marina editó en 2008 un libro titulado La pasión del poder, en el que detallaba la gran atracción que genera el poder. En cualquier ámbito de la vida “el poder no es el que tienes, sino el que te suponen tus enemigos”. Por eso concluye Marina que es tan deseable el poder.
Pero desde Platón la pasión por el poder no es neutra. Conlleva un riesgo, que es el derivado de la acción de los enemigos por despojarte del poder. O de quienes ejercerlo sobre ti. Y esto, aunque no lo menciona Marina, es el que hiere con o sin razón de los enemigos.
En los casos que he conocido todos han sufrido las consecuencias de la guerra por el poder y las propias del ejercicio del poder, que pueden ser igualmente estresantes. Hay, pues, un extremo de esa pasión que convierte en peligroso el ejercicio del poder por ejercerlo o por arrebatarlo. En el amor porque el que dice No ejerce su poder sobre el otro, que puede enfermar por decir Sí. En la empresa porque ahí se canalizan fuerzas incontroladas. ¿Cómo reacciona un líder sindical cuando la crisis lo deja sin poder frente a los trabajadores en paro?
¿Y en política? La guerra por el poder incorpora como instrumento bélico destrozar la personalidad del contrario. Todo vale por el poder. Hasta el extremo de provocar infartos y muertes a plazo fijo. ¿Pero quién puede huir de la pasión por el poder? Incluso en el Top Manta quien tiene el poder consigue el mejor lugar.