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Por Jesús Montesinos
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Habilidades valencianas para la economía sumergida

    El presidente del Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Javier Gómez Navarro, dice que los jóvenes y menos jóvenes españoles adolecen de falta de conocimientos y, sobre todo, de falta de habilidades. Lo primero es fácilmente adquirible en la red o en la Enciclopedia Británica. La falta de lo segundo es la prueba de la brecha que hay entre las universidades españolas y la sociedad.

    ¿Qué que son las habilidades? Pues saber hablar en público, saber idiomas, conocer el mercado a actuar, estudiar perfiles de los clientes, saber liderar un grupo o asumir que hay que estar aprendiendo toda la vida. Gómez Navarro tiene mucha razón, pero no valora que los españoles somos en extremo habilidosos a la hora de sobrevivir, improvisar, mercadear y vender duros a cuatro pesetas.

    Hay una economía sumergida que representa un 22 por ciento del PIB de la Comunidad Valenciana y que todos sabemos dónde está: en un mercadillo, haciendo chapuzas domiciliarias o trabajando cobre con la persiana bajada. Cuando hay que sobrevivir con cuatro perras, trabajar con poco margen y financiarse a uno mismo, lo mejor es no pisar un banco ni para cobra un cheque. Y Hacienda como si no existiera. Así triunfó la industria del calzado en Elda/Petrel/Elche, el juguete en IBI y hasta Segarra en la Vall d’ Uixó, donde hasta CC.OO tenía organizado el aparado de los zapatos militares en talleres clandestinos fuera de la fábrica oficial.
    Pero en esta crisis hay otra economía sumergida emergente que demuestra la habilidad de los valencianos para sobrevivir pese a los gobiernos:

    Rebucheros de stoks.- Las fábricas, la agricultura, hasta los hoteles tienen un exceso de producción que no tiene salida. Pues en la puerta de una casa o en un piso cualquiera siempre hay alguien que vende medias, camisetas, naranjas , manteles y hasta trajes a medida a bajo precio.

    Comidas caseras en una casa.- ¿Dónde está la gente que antes comía en el bar del polígono? Primero fue la fiambrera pero ahora busquen un patio de un edificio cercano y verán salir y entrar gente. Doña María ha puesto cuatro mesas en el comedor de su casa y hace unos arroces para chuparse los dedos. Así de normal es la economía sumergida.

    De la caña a la mesa.- Un parado con caña de pescar un abastecedor de un buen restaurante o de una familia con posibilidades. Y si quiere también le trae lechugas y patatas de la huerta del pueblo.

    El Estado de Bienestar.- Zapatero se inventó la Ley de Dependencia para incumplirla, por eso el convenio del sector está a 19 euros la hora. Pero con la crisis hay miles de cuidadoras de dependientes, ancianos o enfermos que cobran a diez euros o menos sin necesidad de hacer nómina. El márketing, en hospitales y mercados.

    Parking personal.- En Manises y en El Altet hay sendas empresas que por un veinte por ciento menos que la tarifa oficial del parking del aeropuerto te recogen el coche en la terminal y te lo devuelven cuando vuelves. Todo legal y con factura. Pero ahora ya hay un par de teléfonos en las cafeterías de cada aeropuerto a los que llamas y por menos precio te dan el mismo servicio. No hay factura.
    Montadores de Ikea. Lo peor de comprar en Ikea es subir las cajas y montar los muebles. Pues usted llama a un teléfono, pasa el pedido y ellos se van a Murcia o Barcelona, le traen los muebles y los montan. Todo por una comisión sin IVA.

    Peluquerías caseras.- Ya las hay de toda la vida, pero con la crisis han proliferado como las setas. Y para las fiestas de Fallas y Magdalena van a hacer el agosto. Yo de una en Valencia a las que van las propias inspectoras de Hacienda.

    Con tantas habilidades que tenemos para qué queremos plantearnos los pactos y la crisis.

    (Sígueme en www.jesusmontesinos.es y www.twitter.com/jmontesinos)

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