De Freud a Gürtel
Primero es obvio que a cualquiera de nosotros nos graban un año de conversaciones telefónicas y al día siguiente vamos a pedirle al juez que nos acuse de lo que quiera y cómo quiera: seguro que somos culpables de algo. Uno habla mal del jefe, le dice cuatro cosas a la mujer de un amigo y le aconseja a un tercero como hacer facturas sin IVA. Un año de grabaciones telefónicas te dejan en pelotas ante tu propio espejo. Si encima las conversaciones son entre sujetos del pelaje de Gürtel, pues sale el suculento cocido que se sirve estos días.
Dejando al margen las mil y una opiniones que trasiegan por papeles y tertulias, hay que valorar ese trasfondo freudiano que hay en los personajes. Evidentemente los padres de la criatura son unos chorizos elevados a categoría de ingenieros del timo. Ni Tony Leblanc haciendo el gangoso en Los Tramposos daba el pego tan bien. Los Gürtel habían estudiado a Sigmund Freud sin leer las obras del psicoanalista. Por eso sabían cómo eran sus víctimas políticas. Dejemos por consolidado la avaricia, la codicia y el afán de enriquecimiento de algunos de ellos y destapemos el preconsciente.
Freud sitúa en tres planos los caminos de un recorrido que lleva a cruzar la línea entre lo decente y lo indecente sin que alarma alguna se te despierte en el cerebro. ELLO es lo que encierra el impulso primitivo que te fija un principio de actuación. El YO es el consciente que se altera (o no) cuando transiges lo que asumes del ELLO; es el puente. Y el SUPERYO es donde metes los pensamientos morales y éticos que dan el visto bueno a lo que haces. Si eres un Superyo los dos otros campos quedan anulados y es explicable que te veas con el Bigotes para que te de los regalos de los niños. El preconsciente es incapaz de preguntarse por qué me hace regalos este sujeto; está anulado el ELLO (impulso primitivo moral) y el YO (ambición). Si eres un SUPERYO tienes derecho a los regalos y a hacerle un favor a quien te los hace. Una clase superior tiene derecho a esas cosas.
Ahora aparecerán más conversaciones y declaraciones que nos llevarán al horror de pensar quién es de verdad ese que saludaba en un bar. Aparecerán y buscarán dineros para actos de partido; dinero en B manando para luego conseguir obras y milagros. Pero la clave está en que los SUPERYO metidos en política acaban emergiendo y emergerán aunque les hagan un examen de conciencia previo a ocupar un cargo. Ya saben: en España le pones una gorrilla a un aparcacoches y se convierte en concejal de tráfico.
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