Yo no estaba en Copenhague
Lo dicho. Los grandes líderes de China, India, Brasil, Estados Unidos y hasta Hugo Chavez no son capaces de colgarle el cascabel al gato. ¿Son unos inútiles? ¿Defienden intereses espúreos? Pues si atendemos a tanto defensor del medio ambiente como pulula por ahí Obama, Lula o Putin son las dos cosas. Lo curioso es que nadie se quiere contestar a la pregunta clave: ¿Qué haría hoy la cultura occidental si hubieran decidido en Copenhague dejar en la mitad el alumbrado navideño?
La demagogia e hipocresía que hay en este asunto resulta espeluznante. Solo tiene comparación con la que mantuvo la Inquisición. No hay líder mundial que se atreva a meterle mano de verdad a los abusos que están provocando los efectos climáticos. Y no se atreven porque sus ciudadanos (en unos casos electores) no quieren dejar de disfrutar de ninguna de sus costumbres y comodidades. Cambios pocos o que los hagan los otros. ¡Pues no están chinos, indios y demás queriendo gastar lo mismo que gastamos nosotros en luz, agua o coches!
En Copenhague no han llegado a acuerdos concretos porque los ciudadanos europeos o americanos no queremos ceder ni un ápice. El sábado se supo de una encuesta entre españoles que dividía en dos el sacrificio a realizar. Unos estaban dispuestos a pagar para que otros renunciaran a su desarrollo y otros pedían que pagara el Gobierno. Nadie decía que compraría a partir de ahora alimentos sostenibles o que pusieran lets en las calles de su pueblo. Y así miles de detalles. Por eso no fui a Copenhague. Allí pueden o no decidir lo que quieran, pero la clave está en cada fábrica, en cada calle y en cada casa. ¿Qué hace usted contra el cambio climático?
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