¿Duele más cortar la pierna o quedarse cojo?
Las constructoras siguen queriendo ser constructoras aunque no tengan nada que construir, las cajas enarbolan la bandera de su historia social aunque ya no la tengan y los del PP y los del PSOE andan metidos en una pelea mediático-política para demostrar quién es más barriobajero. Pero el sectarismo tatuado en la política, la religión y hasta en las terapias salvadoras ( ¿puede haber más desprecio hacia el hombre como individuo que en el libro El Secreto, de Rhonda Byme?) tiene efectos limitados frente a la vuelta que da la tortilla. La seguridad a cambio del riesgo acaba cuando el destino es una variable incontrolada.
Como dice Juan Fernández Aceytuno y su think tank Know Square la crisis nos ha venido por un necesario cambio en los valores. Y mientras no los cambiemos esto no se arregla. Así, por ejemplo, el miedo a plantear que la gran solución es la educación lleva al ministerio del ramo (todavía confío en Angel Gabilondo) o a consejeros como el de la Comunidad Valenciana (Alejandro Font de Mora) a jugar con el chino, el inglés o la asignatura Educación para la Ciudadanía como herramientas de guerra política sectaria, en lugar de enfrentarse al fenómeno de la educación personalizada, en el que ya no tendrá lugar el debate ideológico entre enseñanza pública o privada.
Es el miedo a los efectos del cambio. Pero resulta que la mitad del tejido productivo de España tiene que dedicarse a otra cosa. El constructor Bautista Soler dice que la mitad de las empresas del ramo van a desaparecer. ¿Ya se han planteado a qué dedicarse los empresarios expulsados? ¿O para qué inyectar dinero en Ford o en Opel si en dos años habrá un Tata eléctrico por tres mil Euros? La industria agroalimentaria es el gran futuro de España. ¿Cuánta gente y cuánto dinero están en ello? Poco, porque hasta cuando se habla del tiempo se habla de los efectos sobre unos cultivos tradicionales que están abandonados. Y cuando se habla de agricultura sostenible se piensa en un abuelo con una azada.
Hay que mantener las mentiras porque conservan el tópico y alimentan el convencionalismo. Otro ejemplo. Las multinacionales de la Farmacia tienen más poder en el reparto de las vacunas antigripales en las autonomías que la propia ministra Trinidad Jiménez. Como lo tuvieron para eliminar la competencia de Naranjax (Caso Fabra) por sacar fitosanitarios para el campo más baratos que los clásicos.
Pero todo eso se acaba. Simplemente porque los jóvenes podrán estudiar lo que diga un profesor de Toronto a través de youtube y les importará una higa lo que digan Angel Gabilondo y Font de Mora. El conocimiento y la verdad son el mejor remedio frente a la indecisión. Aunque para eso primero haya que perder el miedo a la globalización, a los inmigrantes, al cambio climático, a internet y a conversar con los demás.
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