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Por Jesús Montesinos
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El Borbón interviene en la crisis

    El Rey don Juan Carlos ha decidido intervenir en la crisis. Por una parte es fiel a sus principios genéticos y decide intervenir directamente en los avatares políticos españoles. Los borbones siempre han tenido esa tentación y lo han hecho con mejor o peor fortuna. Pero por la otra interpreta lo que se llama el saber de las muchedumbres e intenta solucionar los que los políticos al uso son incapaces de sacar adelante, que es ponerse de acuerdo con la salida de esta crisis. Hoy el pueblo le aplaude porque necesita que alguien controle este desaguisado, pero puede salir salpicado si no consigue un pacto.

    Y ahí es donde está el problema. La intervención del Jefe del Estado es necesaria porque no puede amagarse más la debacle que sufrimos, aunque quede encerrada en la insoportable levedad de los políticos que padecemos. Nunca jamás tuvo España semejante pléyade de mediocres dirigiendo gobiernos, ayuntamientos, grupos sociales o multiplicadores de opinión. A Juan Carlos I le va a tocar jugar el papel de Obama, aunque no sea negro. Yes we can.

    Lo malo es que aunque haya un pacto formal y de las mil reuniones y presiones reales salga un documento consensuado hay pocas posibilidades de encontrar un hilo conductor que al menos nos devuelva la confianza. Y no tanto por las diferencias que unos y otros (partidos y los llamados agentes sociales) tengan sobre qué hacer, que al fin y al cabo es, simplemente, la aplicación de una receta: sangre sudor y lágrimas. La clave del desacuerdo va a estar en el diagnóstico. Si no aceptas que hay un cáncer, malamente puedes encontrarle remedio. Primero el diagnóstico tiene que ser el adecuado y luego ya decides si operas hoy o mañana, si le metes quimio, si amputas o si el enfermo no tiene remedio.

    Zapatero negó la crisis y después sigue negando la mayor porque no tiene otra salida. No se atreve con el morlaco de decirle a la ciudadanía que el resfriado es un cáncer de pulmón. Rajoy está entre sacar a pasear la carpeta que guarda en su mesa con las verdades del barquero de la economía española (incluidas sus autonomías y ayuntamientos) o disfrazarse de oposición para sacar rentabilidad del desgobierno del gobierno. Supone sacar partido del desgaste del otro, aunque no saque nada en limpio porque no despierta mayores confianzas.

    Y después pongan sindicatos apesebrados, patronales en quiebra o parados que trabajan en la economía sumergida. Con estos mimbres el problema real es hacer el diagnóstico. Nadie quiere reconocer el cáncer porque eso le supone aportar la capacitación suficiente para curarlo. ¿Quién se atreve a decir a los españoles que tenemos que atarnos el cinturón y olvidarnos que alguna vez soñamos que éramos ricos? En Grecia, donde la agonía es mayor, hay broncas en la calle porque nadie quiere reconocer que todo empieza por bajarse los sueldos. ¿Cómo van a poner un euro Merkel y Sarkocy para aliviar a Grecia si los griegos se creen Onasis?

    La intervención del Borbón es necesaria y la pide el pueblo porque los políticos no le ofrecen garantías. Pero dudo que alguien sea capaz de asumir el diagnóstico del cuento de Andersen: el rey está desnudo. Cuando asumamos que no llevamos camisa seguro que nos ponemos de acuerdo en cómo vestirnos.

    (Sígueme en www.twitter.com/jmontesinos)

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