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Por Jesús Montesinos
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Apretarse el cinturón en la Generalitat y ayuntamientos

    La vicepresidente Salgado ha ido a Londres para explicar a los de la City que Zapatero está dispuesto a reducir el déficit del Estado de 11 puntos a 3, algo tan loable como imposible, a la vista de la cultura presupuestaria que sigue rigiendo las instituciones españolas. Pero aun suponiendo que el Gobierno de España fuera capaz de apretarse el cinturón, aun le quedan los tres puntos de déficit que generan las autonomías y el porcentaje correspondiente a los ayuntamientos. ¿Quién le pone el cascabel a ese gato?

    Y en esa imposibilidad manifiesta influyen dos cosas. La proximidad al cliente y los beneficios personales del gasto, por decirlo en términos de curso de economía productiva. La Generalitat Valenciana arrastra ahora un déficit del 14 por ciento, lo que no sería grave si no fuera porque ya no va a generar ingresos suficientes para hacer frente a esa deuda. Pero tampoco puede dejar de gastar e incrementar el déficit porque el cliente de ese gasto lo tiene en la puerta de su casa.

    Zapatero retrasa dos meses el pago de una carretera en Valladolid y la queja tarda seis meses en llegarle. Si el conseller Mario Flores retrasa un mes el pago de las jeringuillas para el hospital de la FE le montan bulla en todos los escaparates. En TVE nadie ha montado bronca por un modelo de gestión tendencia a controlar gastos, pero si eso lo hace el presidente Francesc Camps en Canal 9 le ponen la pantalla en negro y hasta Jorge Alarte haría una de sus inconsciencias poniéndose una careta por la libertad de expresión, cuando una cosa no tiene que ver con la otra.

    Le es más difícil ajustar el déficit a una autonomía que al Gobierno de España. Y mucho más a un ayuntamiento. Si falla la luz en un ministerio los funcionarios se van contentos a casa y no saben a quién protestarle. Como falle un semáforo en la Avda del Cid en Valencia o en la Explanada de Alicante o en la calle Gobernador de Castellón fríen al alcalde. ¿De dónde puede recortar un ayuntamiento si cada vecino y cada funcionario es un cliente? ¿De paellas y barcos? Al final eso son solo los intereses que hay que pagar para financiar el capítulo uno. Los Gúrtel y demás, de ser ciertos, son capítulo aparte.

    Y además para cada conseller, alcalde o presidente el gasto comporta unos beneficios personales directos. Electorales y personales. No hay cosa más agradecida que ser alcalde y que un vecino te diga lo bonito que ha quedado la iluminación de las fiestas del Carnaval. O para Fallas. O para Hogueras. O para Magdalena. Es un beneficio personal e intransferible. Hay que recortar gastos, dicen todos. Pero a mi no me toque el “bou embolat”. Si gastas solo critican los bancos. Si no gastas en fiestas te lo recriminan los vecinos.

    Alternativa. Pues como en todo lo demás, algún día Camps, Rita Barbera, Castedo o Alberto Fabra tendrán que salir y decirles a los valencianos cómo está la cosa y que en lugar de cien mascletas solo se pueden hacer quince. ¿Quién se atreve?

    (Sígueme en www.twitter.com/jmontesinos)

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