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Por Jesús Montesinos
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El agridulce placer de ser conseller

    El nuevo gobierno de Francisco Camps en la Generalitat Valenciana lanza nuevas figuras al escenario político. Estaban en la penumbra, dedicados a menesteres menos gloriosos, y tras una simple llamada de teléfono han alcanzado el estrellado. El mayor placer para un político. Pero la misma noche de su jura como consellers varios de ellos expresaban la tarea tan dura que tienen por delante en uno de los momentos más difíciles de la Comunidad Valenciana. La vertiente amarga del cargo. Pero pese a todo están encantados.

    Y como resulta que si ellos disfrutan de su trabajo y lo hacen bien también nos irá bien a nosotros, ahí van unas cuantas sugerencias para una mejor navegación:

    Asuman la gravedad del momento.-Los anteriores se fueron sin querer reconocer la que se avecinaba. Pero diagnosticar seriamente el grado de la enfermedad contribuye a encontrar la mejor terapia. Zapatero ha negado permanentemente la gravedad de la situación y nos ha arrastrado a un pozo sin fondo. Y tengo claro que la ciudadanía asume el apretón si les explican las cosas. Isabel Bonig, la flamante consellera de Infraestructuras, ya dijo en su toma de posesión: “La que se me viene encima”. Pues al loro.

    Todo es política.- No hay tecnócratas a secas que apliquen un Excel para gobernar. El asiento en cada columna de gastos e ingresos conlleva una elección política. Enrique Verdeguer, flamante conseller de Economía, viene rodeado de su aureola de experto en exportaciones. Pero incluso en este caso la decisión de primar nuevas apuestas industriales sobre el agotado tejido industrial comporta un criterio político.

    El cliente es el ciudadano.- El presidente ya se lo habrá dicho, porque es parte de su estrategia. Un gobierno no ejerce para su partido, la oposición y los medios de comunicación. Su público son los ciudadanos que no están en esas castas que se retroalimentan permanentemente. Por eso Camps ha ganado rotundamente las elecciones. No hay que quedar prisionero del entorno. Incluso se ha roto el manido recurso de consellers de Castellón o de Alicante, aunque amenazan rebeliones hasta en Valencia. Rita no ha quedado muy contenta.

    Nuevas maneras.- También les avisó el presidente Camps el mismo día de la toma de posesión. Estamos en una época de gran des cambios que introduce nuevas maneras. Los manidos gestos políticos al uso no son entendidos por ciudadanos, familias, empresas, trabajadores o pensionistas que están padeciendo la dureza de la crisis. El político debe hablar, actuar y gestionar de una manera más fresca. Me sonó espontáneo los juramentos en valenciano de Isabel Bonig y Lola Johnson (Cultura, Deporte y Turismo) porque es su lengua familiar y no porque fuera políticamente correcto. Hay nuevas formas de hacer política.

    Soltar lastre.- Esta maldita crisis está llena de oportunidades, pero para ello hay que perder el peso de la púrpura. Ya no hay divinos con presupuestos extraordinarios para gestionar la cultura. Ni hay dinero para hacer un frontón en cada pueblo para contentar a un barón del partido. Hay que meter la imaginación a gobernar, gastar lo que hay que gastar e invertir en lo que se necesita de verdad. Y ese personaje eternizado y endiosado en su púlpito, a la calle. Aunque la renovación ha sido a medias en el segundo escalafón.

    El liderazgo se gana.- No viene con el cargo o con el coche oficial. El líder en un sector, en un gobierno o en la política tiene que demostrar que lo vale. Y ahora hacen falta buenos líderes que nos echen una mano para salir del atolladero. Los miembros de un gobierno tienen que ser líderes porque convencen al pueblo con su eficacia en la política. Y como eso es lo más importante, sobran las preñeces al uso en la administración o los partidos.

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