“Pero bueno, no pasa nada”
Desde hace varios años me estoy dando cuenta de que los jóvenes, y la sociedad en general, sabemos muy poco y no estamos para nada concienciados de la importancia de la salud mental. Son muchas las personas, los amigos y familiares, incluso, los que me comentan que van al psicólogo.
Y yo me alegro, porque eso es señal de que quieren cuidarse y quieren mantener un bienestar en todos sus aspectos. Porque las revisiones físicas y los análisis no son lo único que podemos revisar de nosotros en lo que a salud se refiere.
Y es que, aunque se ha adelantado mucho y se ha progresado en naturalizar el acudir al psicólogo, lo cierto es que, en muchos jóvenes, y varios círculos sociales, sigue siendo un tabú muy fuerte y un tema de conversación que deriva en prejuicios o ideas erróneas.
Tener la voluntad de querer conocerte, sentir que te gustaría comprender muchos de tus pensamientos, aprender a gestionar las situaciones que te suceden o, entre muchas otras cosas, tratar los efectos que tienen en nosotros y nosotras las circunstancias adversas son pasos necesarios en nuestra vida.
Son muchas las veces, estoy segura, de que hablando con alguien después de que contara algo que le duele, o que le está haciendo sufrir de alguna manera, termina de explicarse y añade “pero bueno, no pasa nada” o alguna expresión similar. Y con ello, normaliza la situación como si fuera lo común o le resta importancia.
Nada de lo que nos suceda tiene poca importancia, y si encima nos preocupa, nos hace sufrir o no nos deja estar tranquilo o tranquila, porque condiciona nuestro día a día, deberíamos acudir al psicólogo. Pensemos que los consejos de tu familia y amigos quizás no sean suficiente para ayudarte, aunque siempre sean bien recibidos y agradecidos.
El grado del problema o de la situación es cierto que varía, podemos estar hablando de traumas, de trastornos, obsesiones… O, simplemente, el estrés del trabajo, la pérdida de apetito o la desmotivación personal. A lo mejor estás en una fase distímica, o en el umbral de una depresión y no lo estás llevando como debería (que no soy psicóloga, pero sí tengo conocimiento y experiencia).
Sea lo que sea, siempre es mejor darle la ayuda que se precisa, y no restarle importancia a algo que podría conducirte a situaciones extremas. Por ejemplo, una muetsra de ello y que parece no alarmar a la gente, es que el suicidio es la causa principal de muerte entre los jóvenes en España.
¿Cómo es posible que esto suceda? ¿Cómo es posible que casi nadie se lleve las manos a la cabeza al saber las cifras de suicidios que han estado saliendo en las noticias? ¿Somos conscientes de que se están quitando la vida los que pertenecen a las generaciones del futuro? No termino de salir del horror que sentí al leer el artículo (cuya foto era la de un o una joven después de suicidarse con una manta encima).
Muchos pensarán: “si tantos problemas tienen y tan mal se sienten que acudan al psicólogo y ya está”. Claro, como que eso es algo fácil y accesible a todos los jóvenes. El precio de las consultas privadas muchas veces se convierte en un privilegio, y las citas para la seguridad social son un bucle de eterna espera.
Y este es el punto en el creo que este problema transciende, ya no solo a toda la sociedad, sino a aquellos que han de garantizar una salud mental adecuada. Tanto en la agilización de acceso a las consultas y terapias psicológicas, como en la educación y aprendizaje de hábitos sanos para nuestra mente.
De esta forma habrá más accesibilidad y menos prejuicios. A poco que preguntéis, con el debido respeto, hay familias que no conciben la ayuda psicológica como solución óptima y la critican fuertemente, creando de esta manera una barrera entre los propios miembros que no se sienten con la confianza y la libertad de poder comunicarse abiertamente.
Las tragedias suelen tener distinto final si conseguimos reescribir el guion a tiempo, la vida de una persona puede cambiar si nos permitimos escucharla de verdad, el futuro de un adolescente puede estar en la predisposición de cada uno de nosotros a abrirle opciones, de cuidarlo…
Pero claro, siempre tenemos excusa para ello: “como eso no pasa cerca de mí, y como no he presenciado tal horror, me da igual”. “Si no lo veo no lo creo, total todos tenemos días malos”. “Si está triste, que se alegre con algo”. Y así hasta que aparece muerto o muerta alguien a quien apreciábamos o conocíamos que pensó que tirarse por la ventana, cortarse las venas o tragarse pastillas era la mejor de las opciones. Pero bueno, no pasa nada ¿no?