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Por José Albalat
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Nueve de marzo

    Sí, somos afortunados por vivir en un país democrático donde podemos decidir con libertad la elección de personas que nos dirigirán durante cuatro años en una nueva legislatura.

    El nueve de marzo parece un día normal pero es más importante de lo que los ciudadanos podemos pensar. Quizá sea un día en que la mayoría de los españoles piensa un momento en el mundo de la política. Un día donde los ciudadanos que ejercen su derecho al voto, una vez el Presidente de la mesa lo deposita en la urna, salimos satisfechos de haber cumplido con el derecho de apoyar la candidatura a la que damos nuestra confianza.

    Respecto a la intención de voto comentaré sobre los diferentes colectivos que existen fruto de los comentarios que oyes en el círculo que te desenvuelves diariamente.

    Uno de ellos lo componen las personas que dicen: “Mi voto no va a solucionar nada por lo tanto no voto”.

    ¡Qué equivocación! Por un voto, se puede decidir quienes formarán gobierno. Si sumamos los votos que se pierden con esta forma de pensar se podrían conseguir varios diputados del signo que sea.

    Otra forma de pensar es la de los ciudadanos que no creen ni confían con los políticos diciendo que todos son iguales, que todos van a sacar y forrarse. No van a votar. Seguro que estas personas no reflexionan sobre dónde llegaríamos a parar si todos pensaran así. Nos llevaría al desorden, a la confusión, al caos. No habría nadie que dirigiera el país y al poco tiempo se tendría que inventar lo que ya tenemos ahora.

    Otro colectivo es el formado por las personas que van a votar pero sus votos van a engrosar la cantidad de los votos nulos y los votos en blanco. Votan a una candidatura, en el caso de los diputados, tachando algún nombre; o escriben cualquier cosa que a veces llega a escandalizar; o ponen más de una papeleta. En el caso de los senadores ponen más cruces de las que corresponden.

    Para el caso de los votos en blanco van a las mesas electorales con los sobres pero no ponen ninguna papeleta dentro. Es importante la cantidad de votos que se pierden en estos casos.

    Están los votos de castigo. Por las siglas de los partidos o por las personas que forman las diferentes candidaturas, votan a partidos minoritarios que en la mayoría de los casos no llegan a conseguir ningún diputado o senador. Son votos que también se pierden.

    Estamos los que tenemos claro a qué candidatura vamos a votar ya sea por ser militante o por ser simpatizante de un partido. Lo tenemos decidido.

    Se encuentra el gran grupo de ciudadanos indecisos que deben estudiar minuciosamente los programas de los diferentes partidos. El programa que está en la línea que lo satisfaga y tenga coincidencias con su forma de pensar, será al que votará.

    Existe otro gran grupo de indecisos que no quieren saber nada de los programas electorales de los partidos. Este grupo debe reflexionar sobre cómo han sido estos últimos cuatro años de legislatura. Lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal según su parecer. Que mire el fiel de la balanza y que decida.

    La Ley electoral española es de 1.978, se debería hacer un profundo estudio para renovarla. El sistema d’Hont que utiliza sobrevalora a las minorías como son los partidos nacionalistas y los separatistas. Partidos que tienen una mínima representación parlamentaria y llegan a imponer sus ideas a los grandes cuando no tienen la mayoría absoluta.

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