elperiodic.com
SELECCIONA IDIOMA
Valencià
Por Paco Ventura
Esbargiments - RSS

Recordando mi infancia

    Hace unos días, después de dar cumplida cuenta de los artículos de Raül Burdeus en este Periódico y de Guillém Ríos en el Boletín del Ayuntamiento, en los que se recuerdan personajes que únicamente están en la memoria de quienes, o bien los conocieron personalmente en las épocas que citan los artículos, o bien oyeron hablar de ellos a gentes más mayores, se me pusieron “los pelos de punta” al darme cuenta que, el agradecimiento de estos articulistas, es algo espontáneo que sirve para sacar a la luz aquello de lo que nunca, o a mí me lo parece, se han ocupado los dirigentes de nuestra Ciudad. ¡Felicidades a ambos!

    En primer lugar quiero referirme al artículo de Raül Burdeus, en el que, por medio del recuerdo a José Palau Blasco “Fogasseta”, saca una información que muchos desconocíamos, a pesar de que, en mis años “mozos”, oí hablar a mi padre de aquellos futbolistas entre los que se encontraba el aludido.

    Yo, que nací cuando apenas hacía cinco años que había finalizado la guerra que nunca debió comenzar, tuve la suerte de crecer entre gentes que, por su forma de ser, me enseñaron a respetar a los demás, y también a contrastar las opiniones que se vertían en las tertulias que, a modo de entretenimiento, se mantenían por aquellas gentes que frecuentaban aquellos lugares en los que yo iba creciendo. No piensen Vds. mal, ya que aquellos lugares a los que me refiero eran: El Colegio de las Monjas de la Consolación; La tienda-taberna de mi tío Rosendo Vilarroya y su esposa, “la tía” Amparo, ubicada en el mismo edificio del “Baró”, y por último la “barbería” de mi padre, que por aquellas fechas se encontraba en la calle de la Merced.  Puedo asegurarles que esta mezcla nunca me hizo daño, pues más bien me ayudó a conocer, de forma más profunda, lo que había ocurrido años antes.

    El antiguo edificio de “El Baró” albergaba el Colegio de las monjas de la Consolación, edificio que era para mí como la segunda casa, pues desde que cumplí los dos años de edad, acudí a él para ir acostumbrándome a rezar, además de aprender a leer con aquellas libretas de… "mi mamá me mima" etc. y siempre bajo la tutela de las monjas, y más concretamente de la madre Guillermina.

    Podrán deducir que a mí, particularmente, siempre me “chocó”, cumplidos ya los quince años, el darme cuenta de los prejuicios que se creaban en la sociedad, por aquello que, en algunos sitios, se cuestionara la posibilidad de que, tanto los colegios públicos como privados, pudieran ser mixtos, por cuanto, hasta cumplir los seis años, tanto a mí, como a mis compañeros de entonces, ya nos integraron en un Colegio en donde la mayoría del alumnado eran chicas.

    Era en este mismo edificio, donde se ubicaba la tienda-taberna de mi tío Rosendo, que ocupaba una parte importante del mismo, justo en la esquina de la calle de la Misericordia.

    Mi tía Amparo me recogía, tanto al mediodía como por la tarde al terminar “la escuela”, por cuanto mi padre tenía que atender a los clientes de la “barbería”, y mi madre trabajaba en un almacén de naranjas que se encontraba frente al Colegio Salesiano. Después de la merienda que me preparaba la tía Amparo, o bien me llevaba ella misma hasta mi  casa, que se encontraba a no más de doscientos metros del colegio y de la tienda-taberna, o bien me recogía mi madre por haber terminado  su jornada laboral.

    Pues bien. A la hora de la comida, los “carreteros” que transportaban la naranja a los almacenes, dejaban sus caballerías y carros cargados con aquel preciado fruto al que tanto le debemos, en “el pati del Baró”, justo detrás del Edificio habilitado como Colegio, y se juntaban para comer, en la tienda-taberna de mi tío Rosendo y su esposa, la “tía Amparo”. Aquellos hombres, daban buena cuenta de, al menos, media hogaza de pan con bacalao o cualquier otro condimento hecho por ellos mismos o sus esposas, acompañándolo con un buen vaso de vino de los llamados de “ditaes”. Mientras duraba la comida hacían toda clase de comentarios que yo, sentado muy próximo a ellos, escuchaba con toda atención. Hablaban de las dificultades que había tenido “la seua aqueta” para salir de este u otro camino embarrado por la lluvia, con expresiones que hoy “espantarían” al más pintado. También referían pasajes de la guerra, eso si, con voz más tenue, y hablaban de la República y de este o aquel personaje. Se hablaba igualmente de aquellos jóvenes que antes de la guerra habían formado parte de un equipo de futbol y entre ellos podría citar a “Fogasseta”; Catogue; Corell y un largo etcétera. Se contaba alguna que otra anécdota del  “trinquet” de Navarro, y se recordaba aquella famosa frase de ¡Pilota al riu!.

    Una de las cosas que me llamaba la atención era que, cuando se preguntaba por la hora y alguien, sacando un reloj de bolsillo la daba a conocer, se manifestaran los demás preguntando ¿nova o vella?

    Estas conversaciones se repetían a diario y yo, sentado muy cerca de aquella buena gente, iba almacenando  todo aquello que allí se comentaba, circunstancia que se repetía al llegar por la tarde a mi casa, pues, en “la barbería”, me encontraba con otro grupo de gente que, mientras esperaba turno, hacían comentarios sobre cualquier tema, ya fuese o no de actualidad, pero que servía para que la espera no se hiciese tan larga.

    Allí se juntaban personajes como el señor Mano Arenós, conocido como “Volta Creus” por aquello de que en un accidente con el camión que conducía, derribó la cruz que todavía existe a la salida de Burriana, entre las carreteras de Vila-Real y Almazora. El señor Ramón, “El Maestro”, sobrenombre que le venía por cuanto a la hora de saludar a los demás lo hacía diciendo ¡hola Maestro! El señor Guillermo Ibáñez, con su pipa y su forma pausada de pronunciarse. El señor “Batiste Sanmartín” que no tenía un pelo de tonto y como bien diría el ya desaparecido Pepe Aymerich “ni dels altres tampoc”. “Batiste Aguililla” a quien, las “ratas”, se le comían las granadas de “la marjal”  y al preguntarle que clase de ratas eran, se pronunció diciendo que no eran otras que “las ratas de los carabineros”, sin advertir que, sentado en una silla, esperando su turno, había un carabinero de paisano, quien, después de darse a conocer y justificarse indicando que él nunca había cogido una granada de “la marjal” de Aguililla, y con la siempre estimable intervención de mi padre, perdonó al “siño” “Batiste Aguililla” y volvieron las aguas a su cauce. Estos personajes y otros más que iremos recordando en otros artículos, dejaron en mí, una huella imborrable que incluso ha perdurado en el tiempo.

    Pocas cosas que no fuesen las que me contó mi padre y gentes como la citada, conozco yo de “Fogasseta”, pero si de Juan Manuel  Canós Ferrer, a quien me precio de conocerle bien, además de ser amigos desde muy pequeños, por lo que, cuando encuentre la ocasión, contaré a su sobrino Guillém Rios Canós, algunas anécdotas que quedan en la intimidad y que, a no dudar, “sonrojarán” a su tío, pero les aseguro que, por ellas, podrán comprobar la grandeza de Juanma, y el esfuerzo y  sacrificio que tuvo que hacer en su juventud para llegar donde llegó.

    En esta foto podrán encontrar, entre otros, a Juan Manuel Canós Ferrer, (todo un Internacional) cuando ya “había colgado las botas”.

    En Salesianos.- De izquierda a derecha
    De pie: Devis; Canós; Bosco; Pepe Casares y Escobedo
    En cuclillas: Molés; Sanchis; Paco Ventura; Alberto Ros; Avelló y Juanjo Ganuza (Director).

    Estimo, que para hoy, ya tenemos bastante, pues en sucesivos artículos procuraré seguir contando lo que ocurría, “Entre Monges; Tavernes i Barberíes”.

    Elperiodic.com ofrece este espacio para que los columnistas puedan ejercer eficazmente su derecho a la libertad de expresión. En él se publicarán artículos, opiniones o críticas de los cuales son responsables los propios autores en tanto dirigen su propia línea editorial. Desde Elperiodic.com no podemos garantizar la veracidad de la información proporcionada por los autores y no nos hacemos responsables de las posibles consecuencias derivadas de su publicación, siendo exclusivamente responsabilidad de los propios columnistas.
    comentarios 2 comentarios
    paco ventura
    paco ventura
    24/07/2008 11:07
    Para la buena puntería de l'Axiamo

    Efectivamente tienes razón. El Sr. Manolo Arenós "Tomba Creus" o "Volta CReus" (no Mano, que por "falta de pulsaciones mecanográficas" puse en mi artículo), vivía en la calle Santo Tomás, donde igualmente estaba ubicada la "vaquería" de Modesto (a) "Raguro". En cuanto a Escobedo, efectivamente, jugó de portero y es natural de las Alquerías del N.Perdido. Por los datos que das del año que estabas en ingreso o primero de Bachiller, debiste nacer por el año 1.950, pues bien, tanto Sanchis como Canós y yo mismo, nacimos entre Enero y Febrero de 1.944. Si viviste por la zona, espero que en sucesivos artículos vayas recordando a otros personajes. ¡A! y gracias a ti por expresarte como lo haces.

    Subir