Una de libertades
Allá por los años sesenta y con ánimo de preparar oposiciones al cumplir la edad mínima exigida, entré a formar parte del colectivo de “jóvenes en prácticas de aprendizaje” que en aquella época entraban en Bancos y otros establecimientos y lo hice en el Juzgado Comarcal de Burriana.
En lo que hoy es la Casa de Cultura de la Merced, se ubicaban, en aquellas fechas, el Ayuntamiento; La oficina del recaudador de arbitrios y contribuciones y el Juzgado Comarcal. En la planta baja, justo en la entrada principal, se encontraban las dependencias de la Policía Local (Els Poliseros).
Lo que yo conocí era un edificio medio en ruinas, con apuntalamientos visibles por todas las zonas, que hacían presagiar un derrumbamiento inminente.
En esa época, los funcionarios del Juzgado eran el Juez Comarcal, el Secretario, el Oficial Habilitado y el Agente Judicial.
El Juzgado se encontraba situado en la primera planta y disponía de dos salas medianamente grandes, una para las vistas y otra para atender al público y un despacho pequeñito, a un nivel más bajo que los demás, a pesar de estar en la misma planta, que lo ocupaba el propio Juez, que venía una sola vez a la semana, si la salud se lo permitía.
Un día a la semana (creo recordar que en aquella época era los lunes), se celebraban los Juicios de Faltas que, mayoritariamente, eran de “pastoreo abusivo”, que no era otra cosa que “el abuso” que hacía el pastor al dejar entrar a sus ovejas en huertos de naranjos que no eran de su propiedad y que, “pillado” por el “rual” de turno, se las tenía que ver con el Juez de la época, quien, previa imposición de la multa correspondiente, le exhortaba para que no “ABUSASE” más.
Cierto lunes debían celebrarse, entre otros, dos juicios que, por su relevancia, habían sido muy comentados en la Ciudad, mayoritariamente en aquellos círculos de “gent per a llogarse” que en la época se hacían en El Pla.
Como quiera que desde el domingo no había parado de llover, la gente no salió al campo y por ello, la Sala de Vistas se llenó por completo.
Uno de estos dos Juicios de Faltas, aunque en la carpeta correspondiente no “rezaba” así, también era de pastoreo abusivo, aunque la “oveja” que iba a ser juzgada en este caso, era un señor muy conocido y apreciado en la Ciudad. Se le acusaba de haber cortado varias ramas de naranjos que, con su fruto, recaían desde el huerto del vecino al suyo propio por lo que pensó, desafortunadamente, que no debiendo soportar esta “invasión” podía podar las ramas del naranjo “invasor”, toda vez que era a él a quien, esta invasión descontrolada, le causaba perjuicio. Es cierto que el pobre hombre, dejó las ramas y el fruto, con todo cuidado para no estropearlas, junto al tronco del naranjo que las parió.
El segundo de estos dos juicios de Faltas, no era más que un simple “quítame esta paja del ojo” que, al intentarlo, condujo a dos vecinos “influyentes” de la época y considerados con “educación suficiente” a que se dieran tal cantidad de tortas que a uno se le amorataron los dos y el otro perdió la dentadura, aunque es lo cierto que casi siempre la llevaba suelta.
Cuando se dictó la sentencia por el Juicio de “quítame esta paja del ojo” y la misma se hizo pública en la propia Sala de Vistas que, como ya digo, se encontraba repleta de público, fue tal el “revuelo” que se montó, que el Secretario, D. Fernando en este caso, desde lo alto de su tarima hizo sonar la campanilla en repetidas ocasiones y cuando consiguió que callase la gente, exclamó con voz potente ¡NO HAY JUSTICIA!
La multa impuesta fue de 25 pesetas para aquel que al quitarle la paja del ojo a su vecino, le puso morados los dos, por lo que la gente comentaba en voz alta: ¡Por ese precio me voy a hinchar de dar tortas mañana en El Pla, ¡Menudo desahogo!
El Sr. Montoliu, persona que conocía a todos los vecinos de nuestra Ciudad, puso paz resolviendo así aquella situación.
Eran las cosas de D. Fernando Miralles, Secretario del Juzgado Comarcal de la época.
Ahora nos perseguirían e incluso nos procesarían, si dentro de una Sala de Vistas nos manifestásemos de la misma forma que lo hizo aquel Secretario de un Juzgado en los años sesenta.
¡Y ESO QUE LA DEMOCRACIA NOS TRAJO LA LIBERTAD!