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Por Paco Ventura
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¡Cómo limpian!

    Desde hace un tiempo a esta parte, algo se ha puesto de moda en nuestra Ciudad que verdaderamente causa furor.

    En mis viajes por Capitales de nuestro país, e incluso en algunas Europeas, ya me llamaba la atención aquel señor que, utilizando un soplador, iba recogiendo las hojas que el Otoño arrancaba a los árboles, o aquel otro que con una motocicleta iba recogiendo, mediante un aspirador, las defecaciones de los perros. Estas últimas, en mi pueblo, en lugar de recogerlas con aspirador, son levantadas por el SOPLADOR hasta que desaparecen en el infinito o quedan pegadas en la puerta de cualquier vivienda unifamiliar.

    Debo confesar que, cuando ví el SOPLADOR por primera vez, pensé que aquel “aparato”, podía haber servido de juguete a los chavales de mi época, pues con aquellas calles de tierra y piedrecitas sueltas, hubiésemos causado furor enfocándolo contra las piernas desnudas, de tobillo hasta la rodilla, de aquellas alumnas de la Consolación que “rondábamos” sin que se enterasen los Salesianos de la época, y mira tu por donde, ahora, al igual que pasa con Sant Gregori, parece que ya le ha llegado el turno al “aparatito”.

    Pero, contrariamente al uso que se le da a este SOPLADOR en las grandes Ciudades, en donde sirve para la limpieza de hojas en los parques y jardines, aquí, en nuestra Ciudad, se utiliza como Sopla-Pollas. No. No se rían Vds. y Dios les libre de encontrárselo por la acera del Camino de Onda porque, además de llenarles de polvo, hojas y defecaciones que algunos perritos dejan caer impunemente en  jardineras “tan bien cuidadas”  van a recibir, en “sus propias partes”, el mayor golpe de viento que recuerdan en toda su vida, por cuanto el que conduce este aparato no se detiene ni para desayunar, pues su encargado le ha dejado bien claro que la jornada laboral es de ocho horas y al trabajo se viene desayunado y totalmente limpio de líquidos y sólidos ¡Faltaría más!

    Pero es que la cosa no acaba aquí, pues Vd., que paga religiosamente los impuestos y la licencia de obras, deberá advertir al pintor de la fachada o al colocador del suelo de la entrada, que no pinte ni amase la lechada cuando tenga que pasar el Sopla-Pollas, ya que de lo contrario va a tener que realizar un gasto extra para retirar toda la “mierda” que ha quedado pegada en suelo y paredes, al hacerla volar de forma caprichosa con tan ingenioso aparato.

    Pero, ¡No pasa nada! porque el coste de la limpieza lo podemos reclamar al Ayuntamiento, que para eso dispone de una póliza de “Responsabilidad Civil” para cubrir la reparación de aquellos daños que, de forma “incivil”, causan a terceros ciertas empresas “subcontratadas”.

    Es mi intención averiguar si el Concejal de vía pública conoce si estas máquinas limpian, desinfectan, o más bien “joden la marrana”, aunque…

    Es cierto que ya en mi Pueblo
    la limpieza es adecuada
    pues cuando llegas al Pla
    no encuentras ni una cagada.
    Mas, al continuar limpiando,
    la máquina que las quitó
    por el Pueblo va dejando
    lo que en el Pla recogió.
    Y así ves que San Vicente
    reluce con esplendor,
    porque es orgullo del Pueblo…
    ¡De limpio que se quedó!
    Por eso yo, a calentar,
    he puesto agua en dos  ollas,
    para ducharme después
    de que “sople” el  “SOPLA-POLLAS”.
     
    ¿Será por limpieza? ¡Venga ya! ¡Bueno!  En lugar de que ¡Venga ya! sería mejor que el “SOPLA-POLLAS” se quedase una
    temporada descansando en el Almacén Municipal, como quedó en cierta ocasión aquel desfibrilador, en la parte alta de un armario del Ayuntamiento, cuando para la construcción del actual, se ocuparon las instalaciones del antiguo Cuartel de la Guardia Civil, ¡Y eso que aquel aparato era para salvar vidas! Ahora… ¡Sálvese el que pueda!
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    comentarios 5 comentarios
    Néstor
    Néstor
    23/02/2008 11:02
    Saludos

    Un abrazo David.

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