Un señor de bigote fino
Recuerdo que allá por 1995, siendo yo el jefe del área de urbanismo del Ayuntamiento de Onda, vinieron a mi despacho dos entrañables monjitas. Digo yo que no serían clarisas, dado que estas son de clausura, pero eran monjas seguro. El uniforme las delataba.
Las hermanas venían acompañadas de un extraño señor, con corbata desaliñada, bigote fino bajo la nariz, gordo y con una mancha a la altura de la barriga. Y venían a informarse. Estaban en medio de una operación inmobiliaria que suponía la venta de los terrenos de su propiedad en la parte alta del convento (este sí de las monjas clarisas) desde dónde hay unas vistas espectaculares de La Plana y del mar, para que se pudiera hacer una urbanización de unifamiliares de lujo.
Informadas de que el suelo al que hacían referencia estaba protegido, ahí se acabó la historia, con unas monjitas decepcionadas y un señor que no pudo hacer un buen negocio.
Hoy, otras monjas clarisas, famosas por sus bombones de mojito, han decidido abandonar la Iglesia Católica tras otra operación inmobiliaria frustrada. Denunciando a todos los Papas posteriores al Concilio Vaticano II, por rojos y porque, parece ser que el Vaticano les prohibió vender su convento para poder comprar otro monasterio, que estaba en venta desde 2002.
En este caso se ve un importante sesgo de manipulación de estas hermanas que se dedican a la oración y a hacer unos exquisitos pastelitos. Más bien veo yo al señor de bigote fino y corbata descentrada, influenciando para conseguir el éxito de su negocio. Y hacer política, claro.
