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Por Vicente García Nebot
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Redondo, redondo

    El negocio ha sido redondo. Cuando en 1998 Aznar López aprobó su Ley del Suelo, aquella que consiguió que todo el monte fuera orégano urbanizable, estoy seguro de que el entonces presidente de gobierno ni pensaba que diecisiete años después sus planes iban a tener tan buenos resultados para la economía familiar. Puede ser que incluso se creyera, en aquellas postrimerías del siglo pasado, que con ello se acabaría el problema de la vivienda en España.

    Pero faltaba algo. La financiación. Sin ella daba igual que hubiera suelo a cascoporro para edificar. Y así, por aquellos años, se procedió a cambiar la legislación que regulaba todas las cajas de ahorros de nuestro país, ya fueran de mayoría socialista, ya lo fueran del PP. Así las Comunidades Autónomas tomaron el poder en las cajas en detrimento de ayuntamientos e impositores y el dinero tóxico para el ladrillo empezó a fluir con muchísima facilidad.

    Y como todos los excesos se pagan, llegó la crisis, y ya tenemos muchísimos pisos de aquellos que se construyeron gracias a la ley del suelo de Aznar y a las leyes de cajas de ahorros. Y los bancos malos y buenos nacidos que estas últimas tuvieron que tragárselos a la fuerza. Y ahora llega el fondo buitre del primogénito, José María Aznar Botella, y ha empezado a comprar a bajo precio activos inmobiliarios por más de 12.000 millones de euros. Un negocio redondo.

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