Pasito a pasito
Así. Como quien no quiere la cosa. La ultra-derecha y la extrema-derecha van dando caminando hacia la reunificación. Y los demócratas de derechas (que los hay y muchos) paralizados ante el devenir de la historia viéndolas llegar. Incluso, a veces, mirando el proceso con cierta simpatía o echándole las culpas a Sánchez, que es más fácil.
De los simples apoyos externos, sin participar en los gobiernos autonómicos, como fue el caso de Andalucía, donde los ultras jugaban al amigo invisible, al paso crucial que se ha dado en Castilla y León gobernando conjuntamente.
Está claro que en aquellos tiempos del bipartidismo dentro del PP había de todo. Desde los fachas nostálgicos del pasado, hasta liberales, democristianos, centristas de pura cepa y, si te descuidas, algún socialdemócrata desorientado. Lo que podía ser una caja de grillos era, sorprendentemente, un ejemplo de “orden y fe en el mando”. Y les funcionó gracias a la siempre útil argamasa del poder.
Ahora, pasito a pasito, el PP va modulando su discurso y acercándose a la ultraderecha: “Esto de las autonomías solo sirve para que haya más políticos. Con los de Madrid sería suficiente”. O que “La violencia de genero es una mentira. Es violencia intra-familiar. Que también hay hombres humillados y violentados”. O que “la inmigración debe ser ordenada” y lo dicen precisamente en la comunidad autónoma que es ejemplo de la España despoblada, en la que cabría media Ucrania y un cuarto de Marruecos.
Parece ser que a los nuevos lideres esto no les importa demasiado. Ni lo que piensen de ellos desde los partidos europeos de derechas cuando el flirteo pasa matrimonio con hijos.