Imputados

Qué compleja es la situación de los políticos imputados en delitos. Ni son culpables, ni la opinión pública llega a considerarlos inocentes del todo. En ellos, aquel aforismo de “imputa que algo queda” es una verdad como un templo. Pero ahora imaginemos por un momento que el político imputado sea inocente (o no culpable como dicen los americanos). Ya sé que es difícil en los tiempos que corren, pero haga usted el esfuerzo por favor.

Alguna trama oscura de políticos contrincantes y medios de comunicación enemigos pueden urdir un tinglado que perjudique el buen nombre de cualquiera. Y eso es una posibilidad que está ahí, puesto que, si el político imputado dimite, además de dar a entender que es culpable, pierde toda posibilidad de ser restituido en su cargo. Y de su honorabilidad no digamos.

Sin embargo, no es un buen panorama tener una clase política trufada de imputados y presuntos delincuentes. Y por ello, entiendo que es conveniente que, al menos hasta que se clarifique su situación, deberían hacer un paréntesis en su vida política.

Para ello sería conveniente modificar la Ley de Enjuiciamiento Criminal, estableciendo, junto a la figura del imputado, unas medidas cautelares que supusieran la suspensión del imputado de todos sus cargos públicos hasta que se decida su no procesamiento o no su no culpabilidad. Y tras ello, en caso de que la Justicia entienda que no hay causas para el procesamiento o que el político es inocente de los delitos que se le imputan, restablecer al que injustamente fue tratado en su cargo público, hasta las siguientes elecciones.

De esta forma, limpiaríamos la vida pública de esta duda eterna de que estamos dirigidos por un montón de presuntos delincuentes y, si realmente fueran no culpables, el restablecimiento posterior sería un reconocimiento de su honorabilidad.