Hace falta valor
“Arde la calle al sol de poniente…” cantaban los de Radio Futura hace cuarenta años. Y es que el efecto isla de calor urbana que se produce en áreas urbanas donde las temperaturas son significativamente más altas que en las zonas rurales circundantes, ya hace años que está inventado.
Se debe a varios factores, como la infraestructura de la ciudad (edificios, calles, asfalto) que retiene el calor y la falta de vegetación que reduce la capacidad de enfriamiento natural.
Las superficies urbanas retienen el calor de manera más eficiente que los espacios naturales. Paséate por una calle sin árboles a partir de las 12 del mediodía este verano y lo comprobarás. Después vete, si puedes llegar o si hay, a una zona con árboles grandes y frondosos y notarás la diferencia de hasta 20ºC.
Pero el problema en las ciudades en las que una semana al año disfrutamos de los espectáculos de “bous al carrer” es que los árboles molestan por varias razones:
a. Porque mientras están creciendo son obstáculos que pueden poner en peligro a las personas o son muy quebradizos y los toros se los llevan por delante.
b. Los vecinos de la calle dónde se celebran los actos taurinos quieren ver los toros y los árboles les impiden ver los toros embolados en todo su esplendor.
Sin embargo, los árboles nos rebajan la temperatura de esa misma calle durante la primavera y, sobre todo, el verano. No hace falta ir a la Escuela de Calor para saber que los árboles generan aire limpio y contribuyen a la salud mental al reducir el estrés. Pero para plantarlos donde toca… hace falta valor.
