De fora vindran...
Imagínate que eres propietario de una finca de secano, con almendros roidos, que los tienes abandonados porque su producción agrícola no te da beneficio alguno desde hace años. Y que, como propietario que eres, te planteas poner en producción tu propiedad para sacarle algún rendimiento.
Pasar tu parcela de secano a regadío no es fácil ni barato. Primero porque debes tener agua. Segundo porque dotar la parcela de infraestructura de riego, tampoco es una inversión que rentabilices inmediatamente.
De repente se te ocurre que en la parcela puedes plantar placas solares y hacer un huerto solar que, además de darte una buena rentabilidad, te va a permitir que el suelo descanse durante unos años del cultivo como si fuera el barbecho de toda la vida.
Y piensas que además lo que estás haciendo es bueno para el medioambiente porque descarboniza la energía, reducirá la utilización de energías fósiles y nucleares y les estarás dejando a tus nietos un mundo menos malo del que ahora tenemos, intentando frenar el cambio climático que tenemos encima.
Y en eso te llegan unos que tu jamás habías visto por tu finca, ni para ayudarte a recoger las almendras, ni a roturar tu parcela. Y que, como mucho, los viste paseando con la bicicleta en sábados o domingos. Y te dicen que van a hacer todo lo posible para no dejarte poner las placas solares en tu propiedad porque estás cambiando el paisaje.
Como si tus tatarabuelos no hubieran cambiado el paisaje de la montaña pedregosa a los algarrobos de subsistencia, y tus abuelos no hubieran plantado después trigo o plantado los almendros que ya no dan para nada. Algunos incluso han convencido a otros vecinos tuyos, que no tienen ni un palmo de suelo, de que las energías renovables son malas.
Mi abuela decía: “De fora vindran que de ta casa te tiraran”.