¿Al final traca?
Los valencianos llevamos en el ADN el olor de la pólvora y aguantar los decibelios brutales retumbando en nuestros tímpanos con una sonrisa en la cara. Es un auténtico placer soportar un movimiento interior que en la Escala Richter superaría con creces los terremotos del Proyecto Castor en Vinaròs.
Tal vez esto sea una forma de ser en sí que, junto con el “Meninfotisme” (“medaigualismo” en castellano) genera una personalidad única en todo el Mediterráneo y en toda España.
La “mascletà” sísmica que suponen todos los casos de corrupción y presunta corrupción, tramitados con una exasperante lentitud por la Justicia, que si el Gürtel de la financiación ilegal del Partido Popular; que si el real Noos; que si el “Caso Cooperación”, por el que el 0,7 % destinado al tercer mundo parece ser que se quedaba en algunos bolsillos del primer mundo; que si las basuras de Alicante huelen mal; casi tan mal como las depuradoras de EMARSA, en las que los recibos del agua potable sirvieron para financiar enormes juergas con traductoras rumanas. O un Canal 9 abierto en canal, que nos ha privado a los valencianos de una televisión en valenciano; una BANKIA que nos ha dejado sin instrumentos financieros controlados por algún valenciano; o un aeropuerto seco de aviones y lleno de deudas.
Llegados a este punto, algunos militantes y simpatizantes del Partido Popular te suelen echar en cara los ERES andaluces, como si eso fuera una justificación válida para que algunos de sus dirigentes hayan procedido a saquear la Comunitat Valenciana. El Y-TU-MÁS es un arma defensiva de primer orden, pero tiene un doble filo, porque lleva a gente honrada y bien intencionada a parecer que están defendiendo y justificando la corrupción de los suyos como si fuera propia. Y eso no es así. Si hay delincuentes en Andalucía que paguen y devuelvan lo robado. Pero aquí, en el Levante Feliz también. Todo.
Pero vayamos en cuidado tanto en la Comunitat Valenciana como en Andalucía, porque con los poderes con los que se está jugando, en lugar de acabar la mascletà con la traca final y que podamos aplaudir a rabiar después de que los corruptos hayan entrado en la cárcel y devuelto los dineros robados, igual todo acaba en “fum de canya” (“humo de caña” en valenciano) o sea en “na de na”. Los valencianos somos capaces de acabar una mala mascletà con la misma sonrisa que si fuera buena. Los andaluces no lo sé, la verdad.