Evolucionando hacia la neurona única
Tengo un amigo malagueño que suele venir por mi casa de vez en cuando, muy de derechas, muy de José María Aznar, casi de VOX, que no puede comprender como en mi casa mientras mi mujer y yo hablamos en castellano, a nuestros hijos les hablamos en valenciano.
Le sorprende que hagamos juegos malabares lingüísticos y nos pasemos del valenciano al castellano y viceversa con absoluta normalidad y sin pinganillos de por medio (digo yo que pensará)
Yo le explico que es una cuestión de normalidad en ciertas partes de España en las que tenemos la enorme suerte de tener la riqueza cultural que da poder hablar en dos idiomas diferentes.
Él habla ingles fluido, como es lógico en la Costa del Sol, pero no lo considera como un preciado bien cultural, sino como una herramienta de trabajo.
El mes pasado estuve en Düsseldorf y en la estación del tren había un señor mayor ruso (que le hablaba en ruso a su smartphone) con una operaria del tren que escuchaba la traducción, automática e inmediata, en alemán y le contestaba a través del mismo sistema. Y, parece ser que se entendían (digo yo porque ni se alemán ni ruso por desgracia).
Por eso no entiendo el rechazo al pinganillo de traducción simultánea en el Congreso de los Diputados.
Yo que entiendo el castellano, el catalán oriental, mi valenciano, el gallego normativo, el bable y el aranés, solo lo necesitaría cuando se pusieran a hablar en vasco.
Por eso creo que el pinganillo y aprender idiomas es un signo de modernidad y cultura. De riqueza. Si quieres hasta un ejercicio de plasticidad neuronal para ir evitando la perdida de neuronas con la edad.
Sería bueno hasta para aquellos que sólo tienen una neurona ahí dentro.