No estoy de acuerdo
No estoy de acuerdo con la corriente mayoritaria que últimamente pulula por los partidos de centro y de izquierdas de que las diputaciones provinciales deben desaparecer y ser sustituidas por la administración autonómica. Por el contrario sí que estoy de acuerdo que deben desaparecer las diputaciones tal como se han conformado hasta ahora en centros de organización caciquil de las provincias al servicio del partido dominante. Una diputación no tiene competencias para construir un aeropuerto, ni para construir un hospital, por más que tras su nombre le ponga la palabra “provincial”.
Y ese es el quid de la cuestión: las competencias. La Constitución en su artículo 141, cuando regula las provincias como agrupaciones de municipios sujetas a la administración local establece que “el Gobierno y la administración autónoma de las provincias estarán encomendados a Diputaciones u otras Corporaciones de carácter representativo” Por lo tanto, el nombre de la institución no tiene por qué ser el problema. Ahora bien, la organización municipal y provincial del Estado resulta fundamental para la adecuada vertebración del territorio. Los municipios pequeños necesitan de una organización superior que les permita dar a los todos los ciudadanos una calidad de servicios básicos similares.
Ya sé que usted dirá que para eso están las mancomunidades. Pero a mi entender, las mancomunidades son un reflejo del fracaso del modelo de diputación provincial vigente, que ha obligado a los ayuntamientos a organizarse para prestar servicios que las diputaciones, que estaban a otras cosas, han sido incapaces de ofrecer. La diputación (o como queramos llamarle) resulta un instrumento básico y necesario de organización de la administración local para los pueblos pequeños.