Dolor de ojos
Dicen que la central nuclear de Cofrentes echará el cierre definitivo el 30 de noviembre de 2030. Nos quedan por delante 8 años de energía nuclear. De la que genera residuos radiactivos que tardan siglos en desaparecer o inertizarse. Y cuyo problema, además de cuanto tiempo tardan en dejar de ser contaminantes, es dónde metemos la basura radiactiva. Porque no la queremos en nuestro territorio ¿Verdad?
La obtención de la energía necesaria para generar electricidad, a parte de los saltos de agua de los pantanos, la tenemos que obtener a través de gas (de Argelia fundamentalmente) o de derivados del petróleo (que tampoco vienen de países especialmente democráticos). Por lo tanto, a finales de 2030 se nos genera un problema: se nos acaba la energía nuclear y la que nos viene de esos países nos saldrá por un pico.
Mientras tanto, el viento pasa de largo por la Comunitat Valenciana y el sol sirve de poco más que para hacer morenas a las turistas que nos visitan. Y el problema que nos aqueja es que las centrales fotovoltaicas nos pueden molestar a la vista cuando pasemos por su lado.
Pues bien, no se preocupen, la Generalitat Valenciana ha regulado los lugares donde sí que se pueden instalar estas ¿molestas? instalaciones fotovoltaicas. Y ha puesto un límite: el 3% del suelo rustico no protegido, que podrá ampliarse, si el ayuntamiento así lo quiere, hasta un 6%.
Si el coste que vamos a tener que pagar en 2030 es “ver” placas fotovoltaicas en los tejados de las edificaciones y en una parte del suelo no protegido de nuestros términos municipales, igual vale la pena y todo.