El cambio de hora
Nunca he tenido claro eso del cambio de hora. Posiblemente el ahorro energético sí que sea sustancial y aprovechemos mejor las horas de sol en el país de la luz solar.
Ya nos va bien porque, con la gran duda que supone el no saber cuánto vamos a pagar de recibo de la luz cada hora, el poder apagar durante un par de horas al día los alógenos, los tubos fluorescentes y demás bombillas y calefactores será, sin duda, un descanso para nuestros bolsillos.
Pero, entre el lio de aquello de que: “si ahora son las siete, antes eran las ocho. Perdone usted por el retraso pero es que todavía no me había cambiado de hora el reloj”, como si la mayoría no les cambiara la hora de forma automática su smatrphone, su tablet, o su ordenador. Y que nuestros biorritmos nos pegarán la oreja a la almohada durante unos días, diga lo que diga el despertador. Vamos a ir un buen rato con el paso cambiado, hasta que nos ajustemos.
Sin embargo, la cuestión que quiero plantearles no es esa, ya que es la de todos los años y ya está muy manida. Imagínese usted que un gobierno que tiene el poder de cambiar la hora, adelantándola o atrasándola, le diera por adelantarla, digamos diez años. Cierto que todos seríamos una década más viejos. Cierto que nos costaría ajustar el paso. Pero igual va y ya habríamos pasado esta crisis ciclópea.
Ahora bien, si para salir de la crisis, las únicas ideas que han tenido la Troika y nuestros gobiernos ha sido recortar y recortar, igualmente, si nos adelantan el reloj diez años, los recortes se evidencian muchísimo más.
Imaginemos. Nuestros hijos, con dos lustros más encima de sus espaldas, trabajando de becarios pero sin beca. Nuestra quebradiza salud financiada a través de nuestros bolsillos por la seguridad social y por el seguro suplementario que tendremos que suscribir si queremos llegar a los mínimos de la pre-crisis. Trabajadores sin derechos. O, mejor dicho, sin poder ejercer los pocos que le queden, ya que entre la competencia para conseguir un puesto de trabajo y la escasez de estos, será Jauja para los contratadores sin escrúpulos.
Es posible que, si adelantáramos diez años nuestros relojes viéramos los efectos de la evolución humana un poco más marcados. Me refiero a que nuestros ojos irían adoptando un sesgo rasgado, como el de los orientales (chinos, vietnamitas, thailandeses, etc…) cuyos derechos como trabajadores han sido siempre los mismos. Es decir ninguno.
Aquí, en España, dentro de diez años, todos chinos. Perdón, los altos directivos no, claro. Solo la clase media y trabajadora.
Otra opción es atrasar diez años el reloj, y plantarnos en 2004, con una gran burbuja achampañada, llena de especulación y felices años en los que corría el dinero de las cajas de ahorros por nuestros bolsillos.
Ahora bien, no sé si podríamos volver a pasar lo pasado. Bien mirado, mejor que se limiten a adelantar o atrasar una sola hora. Mucho mejor.