El arte de prometer
Los mayores de 45 años tal vez recuerden una de las más famosas frases de Adolfo Suarez cuando en los primeros mítines de la democracia decía aquello de: “Puedo prometer y prometo…” y seguía la frase con una idea llena de esperanza, de ilusión, de futuro, que, a muchos de los españolitos necesitados de creer en los nuevos líderes, les hacía reaccionar con simpatía hacia un proyecto político que se construyó en apenas cinco meses desde los escombros del “Movimiento”.
Y desde entonces hasta hoy. El Arte de Prometer ha variado bien poco. Nuestros políticos aprendieron la lección y empezaron a prometer, y prometer y prometer. En la mayoría de los casos con un solo objetivo: conseguir ganar las elecciones. Conseguir el poder.
Hubo candidatos que llegaron a plasmar sus promesas en escritura pública de manifestaciones, ante notario. Y con ello, pretendían remarcar su compromiso en el cumplimiento de sus promesas. Como si ello se convirtiera en un contrato con los ciudadanos por el que, si no se cumplían, se pretendía que ello tuviera algún tipo de consecuencias.
Lo cierto es que, jamás de los jamases un incumplimiento de promesas políticas ha tenido consecuencias. A las promesas incumplidas de Suarez, pasaron los 800.000 puestos de trabajo de Felipe González. Después José María Aznar con la promesa de una España que va bien, fundamentada sobre leyes que provocaron la burbuja inmobiliaria más salvaje que hemos conocido jamás, a la par que se vendieron, a bajo precio y a los amigos, las joyas de la corona. Empresas nacionales rentables que fueron privatizadas por la vía rápida. O un José Luís Rodríguez Zapatero que nos prometió que esto no era una crisis, sino una simple desaceleración. Y, finalmente, un Mariano Rajoy, con el cual se ha llegado a la cumbre del arte de prometer.
Mariano, prometió, prometió y prometió hasta la saciedad todo aquello que queríamos oír. Que si una bajada radical de impuestos, que si no tocaría el IVA, que si las líneas rojas de la sanidad y la educación pública, etcétera, etcétera, etcétera.
En definitiva, el Arte de prometer hasta meter, y una vez metido… nada de lo prometido. Ya lo dice el saber popular.